Albert Rivera, desnudo como Marisol
De repente, en España sólo estaba Albert Rivera. Con su cara de yerno, con su traje de Roberto Alcázar, con su juventud diabólica como un apóstol tentador. El niño del Ibex, el antídoto de Pablo Iglesias, el triunfito de la nueva derecha, el Manneken Pis de un reformismo tibio, aseadito, de loción y pulserita.
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