Exhibicionistas del microsentimiento
Ambos, políticas de la identidad y sentimentalismo tóxico, son indisociables. Sólo alguien empachado de sí mismo y de su mismidad; […] sólo alguien, en fin, encantado de conocerse y que dedica buena parte de su jornada laboral a toquetearse el manubrio de la conciencia, es capaz de ponerse a llorar lágrimas de cocodrilo, más falsas que un duro sevillano, en vivo y en directo, sin empacho, ni vergüenza, ni educación.
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