Lo que no se espera

25 - 11 - 2017 / MIQUEL ESCUDERO - EL CORREO

Lo que no se espera

Estamos a menos de un mes de las elecciones autonómicas catalanas del 21-D (las cuartas en los últimos siete años, se dice pronto). Se suceden encuestas desiguales y contradictorias, pero falta la que cuenta, la que no admite sucedáneos. Sean cuales sean los resultados que se den, pase lo que pase, nada será igual que hace cuatro días. No será posible.

No será posible seguir apropiándose de la voz de Cataluña, como han hecho los nacionalistas en el poder, desde hace casi cuarenta años. Sin réplica, no será posible hablar de Cataluña y España como dos realidades distintas y enfrentadas en conflicto, cuando en aquella dista de ser mayoritaria la asunción del dogma nacional y cuando quienes estuvieron años callados reivindican ahora, con vigor y sin complejos, su condición catalana y su españolidad. No será posible tampoco la impunidad para demoler el Estado de Derecho, de la que hasta hace dos días los nacionalistas gozaban ladinamente desde 1980, con la colaboración necesaria de los Gobiernos del PSOE y del PP. Ahora bien, en cualquier caso y en cualquier circunstancia hay que contar con el factor de lo inesperado, una posible sorpresa que pueda resultar decisiva.

Más allá de estas ideas –visiones de una realidad todavía algo agazapada–, hay que tratar de hechos concretos. Hablemos de Mossos d'Esquadra, de políticos presos, de propaganda e intimidación.

Trapero ha rechazado la propuesta de Puigdemont de ir en su lista electoral; ahora está destinado en una oficina a la espera de decisiones judiciales sobre su persona. Se ha sabido que unos agentes de la Policía autonómica fueron cogidos hace unos días con las manos en la masa cuando pretendían triturar documentos comprometedores para algunos de sus jefes.

Pasemos a los políticos presos. No son presos políticos o presos de conciencia, sino que están presos por delitos manifiestos y continuados contra las leyes democráticas. Es un aserto indiscutible como lo es la desigualdad de Cauchy-Schwarz. ¿Qué sociedad puede vivir propiamente en libertad si no se estimula entre la ciudadanía la pasión por la objetividad? Cuando ésta se castiga o se sofoca, se abre el paso a remolinos de consignas conducidas con intensa emoción y reñidas con cualquier ciudadano que no se someta a ellas. Pensemos ahora en la explotación sistemática de esta vulnerabilidad humana, en especial la de los más indefensos. Hay especialistas en sembrar odios estallantes, desde la tontera y la mentira. Pero necesitan cómplices. Por esto, quienes se niegan a serlo, ni siquiera pasivos o mudos, alumbran la esperanza del civismo y de la regeneración. Por ser decentes y por no engañar, se enfrentan a ser denigrados y represaliados. La pensadora libertaria Simone Weil sostenía que la idea revolucionaria es un fraude si promete abolir unas desgracias que residen en la propia condición humana.

A las falsas promesas dirigidas a 'enfermos' y crédulos, se agregan los bulos y calumnias vertidas por las redes sociales. Hay quienes emplean las mismas técnicas que su aparatosamente detestado Trump, preocupante espejo para villanos y matones. En la campaña electoral que le hizo presidente, corrieron como la pólvora tuits como estos: «El Papa Francisco apoya la candidatura de Donald Trump». «Wikileaks confirma que Hillary vendió armas al Estado Islámico». Patrañas como las que se dieron en el 'Brexit'. Total falta de vergüenza, como la exhibida por Marta Rovira acusando al Estado de amenazar con muertos en las calles; el lehendakari y el cardenal Omella, que mediaron, han negado de manera categórica esas palabras de la 'número dos' de ERC.

Hace unas semanas, Josep Borrell pronunció un formidable discurso a una entusiasta multitud que se manifestó en Barcelona por la Constitución y por la unidad de España. Le transmitió voluntad y convicción para ganar a los separatistas en las urnas, y argumentos para defender la convivencia, las leyes democráticas y los puestos de trabajo. Junqueras anunció que sería muy grave para la dignidad del pueblo catalán que no ganaran los independentistas. Esto es falaz e insultante para los catalanes, no obstante «lo que más ocurre es lo que no se espera», como afirmó en el siglo XI un joven cordobés, de nombre Ibn Hazm.

MIQUEL ESCUDERO - EL CORREO