Dos escritos emocionados para leer el 12 de octubre (o, aunque sea, después)

12 - 10 - 2020 / LUIS ANTONIO DE VILLENA y JUAN MIGUEL ZUNZUNEGUI

Patrias, días, virus

Nunca en mi vida he sido patriota, primero porque me parecía redundante y después -más mayor- por ideología natural. Aunque de niño quise haber nacido en la antigua Roma, y de joven ser francés, porque había estado mucho en París y tuve una tía-abuela allá (por cierto, jamás quise ser yanqui) comprendí que era español por la sangre y por la historia, y si es verdad que la Historia de España está llena de tropiezos y algunos muy graves, ¿qué decir de la mucho más reciente historia de Alemania, a la que respeto? Nunca sentí aprecio por el día de la Hispanidad, pero me parecía lógico. Y comprendí que si nuestra Historia era cojitranca -como nuestra gente, tan tosca y bruta a menudo- pronto sentí que esa mi España que aún anda con muletas, había sido también un fabuloso Imperio -envidiado hasta la villanía por Inglaterra- y una cultura magnífica y grande, a menudo ignorada por los propios españoles- La España de Quevedo, de Góngora, de Velázquez, de Garcilaso, de Aldana, de Carreño de Miranda, de Goya, de Picasso, de Lorca, de Cernuda, de Dalí, de Cervantes por supuesto, era inmensa y de ella había nacido la rica progenie latinoamericana. Como alguien ha dicho con toda razón, quien no conoce América Latina, Hispanoamérica, no conoce o no sabe España. Como los estoicos me quise pronto cosmopolita, ciudadano del mundo, ajeno a los nacionalismos todos, porque he viajado y he leído. Pero luego fui más lejos (siguiendo a los epicúreos) no hay que ser ciudadano del mundo, sino ciudadano de ninguna parte, y sentirte por tanto ajeno en Roma, en París o en Berlín, como te sentirás ajeno, raro en tu propio país, al que amas. Soy español por destino y cultura y me siento con extrañeza español, pues en muchos momentos detesto a los españoles, como detesto casi siempre a los gringos y a los mongoles, por escoger entre tantos. Mi patria es el arte y la literatura universales (lo que valga la pena) y mi deseo siempre la excelencia, a la que todos estamos llamados, pero donde nunca es fácil llegar. ¿Porqué este pasado 12 de Octubre me he sentido más español, contra mi costumbre? Simplemente por amor al débil. Porque he visto una España malgobernada y atacada y ninguneada por muchas partes. Pero más que un patriota (aunque español) sería un samaritano. Pues soy ciudadano de la extrañeza. / Un ciudadano que en este momento tiene miedo, no del virus (que ahí está y del que hay que protegerse lo mejor posible) sino de un Gobierno que no cesa de abusarnos y amenazarnos y es cada vez más destructivo. Y la oposición (tampoco de mucha monta) no parece saber qué hacer. Pero el GobiernoSánchez -no se olvide- hoy por hoy manda y destruye más que la torpe oposición. No quiero a ninguno y tengo cada vez más MIEDO de quienes nos rigen. Sí, un ególatra Sánchez, borracho de ambición de poder, que sin embargo (¡qué contradicción!) está de continuo arrodillado ante sus socios a quienes les debe todo, mil disfortunas, y mantener su insana ambición. No soy patriota. Siento compasión por una grande y desdichada nación, que bien podría no ser la mía. Como escribió el gran Quevedo: "Y es más fácil,¡oh España!, en muchos modos/ que, lo que a todos les quitaste sola,/ te puedan a ti sola quitar todos."Y ahora no se refiere (no se puede referir) a Imperio ninguno. TENGO MIEDO.

LUIS ANTONIO DE VILLENA EN EL FACEBOOK DE CECILIA CES

2020-10-14


Borren a España, destruyan a México

Borremos el pasado, cambiemos la historia, repudiemos lo que somos. Neguemos a Colón y a Cortés, olvidemos que ochenta mil indígenas se aliaron a Cortés contra la tiranía azteca y comenzaron con ello la conformación del país que somos, el país resultado de la unión y el triunfo.

Borremos a España y lo español de nuestra memoria, erradiquemos todo lo que apeste a España, y con ello la mitad hispana de nuestro mestizaje.

Si odias a Cortés y repudias la mal llamada conquista, se congruente:

No vuelvas a escuchar un mariachi ni a cantar rancheras. Dile adiós a los boleros, los sones y los huapangos, al pasito duranguense y a la música norteña. Que no vuelva a sonar ningún instrumento llegado de España.

No vuelvas a tomar tequila o mezcal, elaborados con el abominable proceso de destilación que trajeron los españoles. Adiós al mole creado en los conventos virreinales de Puebla y Oaxaca. Derribemos todos los conventos y monasterios que esos odiosos gachupines nos dejaron. Detonen todas las catedrales de su abominable Dios que no exige sacrificio humano o canibalismo ritual, cerremos para siempre todos los pueblos mágicos que apestan a virreinato.

Que se cancele de una buena vez y para siempre la Guelaguetza, llena de bailes y trajes virreinales. Que quede abolido el pan, ese alimento diabólico llegado de Europa, y con él se vaya la nata, la crema, la leche y los quesos. Que nunca un mexicano vuelva a comer alimentos imperialistas. Adiós al taco al pastor y a la cochinita pibil, nunca más un jugo de esas asquerosas naranjas que llegaron en la Nao de China, al igual que los abominables mangos de Manila, fruto de la conquista. Nunca más un queso Oaxaca en nuestro soberano y orgulloso territorio.

Declaremos la abolición del nefasto deporte nacional, la charrería, porque no la tendríamos sin España. De hecho, saquemos del pacto federal a todos los estados del centro del país, tan llenos de charros, de caballos, de tequila, de vino, de ganado en general, de iglesias, conventos y haciendas. Expulsemos todo lo que apeste a España.

Nunca más una copla ni un son, que no vuelva a sonar José Alfredo o Cuco Sánchez, que nunca más se baile el Jarabe Tapatío.

A reaprender la forma de contar, pues el sistema métrico decimal es una imposición imperialista, volvamos a nuestra base de 20, dejemos el calendario conquistador que usamos.

Se acaba para siempre la Navidad, nada de poner nacimientos, y corramos para siempre a los Reyes Magos, nunca más un pan de muerto o una rosca; y desde luego, nada de descansar en Semana Santa.

Quede abolida para siempre la religión católica, junto a cualquier otro cristianismo, y desde luego, expulsemos para siempre el peor símbolo de la conquista: la virgencita de Guadalupe.

Que nunca más sea leída Sor Juana, engendro virreinal, y que con ella se marchen todos los imperialistas que escribieron y pensaron en la lengua de Castilla. Que se quemen los libros de Octavio Paz y Carlos Fuentes, que se quemen de hecho todos los libros escritos en el infamante idioma de Cortés.

Que el Espíritu deje de hablar por nuestra raza, que se cierre la universidad y el Colegio de México, que se vayan los hijos del exilio en la Guerra Civil.

Que España sea borrada de México y que nadie mas se exprese en su lengua. Impongamos el náhuatl en 130 millones de mexicanos malinchistas. Que se dinamite el Palacio Nacional, construido por Cortés, y sede de virreyes, que se destruya la catedral cuya primera piedra puso Cortés, que caigan todos los templos, que se destruya todo lo que sea barroco o neoclásico, que sea eliminado el Estado de Puebla y el de Oaxaca, que separemos Yucatán de nuestro país.

Que no haya nunca más una fiesta a Santos Patronos, y que Jesús sea borrado de la memoria nacional, que se acaben los bailes en Chalma y nos olvidemos para siempre de la Basílica y las peregrinaciones.

Que se le saque el corazón a todo aquel que vuelva a pronunciarse en español.

Que no quede huella del paso de España por estas tierras. Destruyamos de una buena vez y para siempre el fruto más hermoso que los conquistadores dejaron en América: MÉXICO.

Que se vaya de este suelo todo aquel que no sea cien por ciento indígena, que sea eliminado todo aquel con ancestros españoles. Borren a España, destruyan a México.

JUAN MIGUEL ZUNZUNEGUI

2020-10-12