Parlamento de Mercè Vilarrubias

03 - 10 - 2014 / AT
AT

Parlamento de Mercè Vilarrubias

Bona tarda a tots. Buenas tardes a todos.

En primer lugar, quería decir que es un honor y una satisfacción para mí poder hacer esta breve presentación del trabajo de Inger Enkvist, una pedagoga cuyo trabajo respeto profundamente y que ha sido una gran ayuda para mí en mis investigaciones sobre la inmersión y la educación en general.

Hay muchas áreas del trabajo de Inger que, en mi opinión, son remarcables y suponen una gran aportación al debate educativo actual en Europa pero por razones de tiempo sólo podré hablar de una.

Esta se refiere a su crítica razonada a los parámetros de la educación postmoderna, la educación que vivimos en estos momentos y que es muy diferente de la que experimentamos hace unos 25 años. En varios libros, Inger nos explica cómo y por qué desde los años 80 ha cambiado el enfoque general en la educación en los países occidentales. Los principales cambios que se han dado son dos: el primero es que se ha dejado de poner énfasis en los contenidos, en el saber, para pasar a centrarse en los métodos, en el cómo enseñar.

El segundo cambio, relacionado con el primero, es la diferente conceptualización de los alumnos: hemos pasado del alumno resistente a estudiar y que sólo actúa por miedo al profesor al nuevo alumno, al que se tiene que motivar, distraer, divertir y en ningún modo, frustrar. El alumno tiene que querer aprender, no se le debe forzar, nos dice la pedagogía post-moderna.

En España, este enfoque pedagógico se puso en práctica a través de la LOGSE y 25 años más tarde, los resultados están a la vista y son conocidos por todos: alto fracaso escolar, alta tasa de abandono de los estudios a partir de los 16 años, nivel educativo bajo, profesores sin autoridad y alumnos descontrolados y sin guía. Por supuesto, no es sólo la educación lo que ha cambiado. También han cambiado las familias y la sociedad en general y ha habido una clara caída de todos los referentes que estaban asociados a la autoridad.

Sin embargo, nos hemos ido de un extremo al otro como se dice comúnmente y efectivamente así es en el campo de la educación y en España de una manera muy acusada. Actualmente, como es sabido, en España, el profesor es una figura frágil, con una autoridad limitada y cuestionada y atrapado en el papel de tener que tener un buen rollo con los alumnos para motivarles y provocarles gusto por las materias.

Al mismo tiempo, el saber, el conocimiento queda relegado y en las escuelas se trabaja con la idea de que hay otras prioridades y que no pasa nada si se hace poca materia y ésta es fácil.

Frente a todo ello, Inger ha argumentado que la buena educación se rige por unos principios probados y testados desde hace muchos años y que van en dirección contraria a la pedagogía post-moderna. Hablaré brevemente de tres principios. El primer principio se refiere al profesor: él es la clave del aprendizaje y debe ser un profesor bien formado, que le guste su trabajo, que tenga autonomía para tomar decisiones en su aula y que se sienta respaldado por la Dirección de la escuela y los gestores educativos.

El segundo principio se refiere al saber, a los conocimientos. El objetivo de la educación es la adquisición de conocimientos y el desarrollo de la capacidad crítica de los alumnos. Sólo el profesor que disfruta de su saber, que ama los contenidos de su materia y siente un deseo de transmitirlos pondrá en marcha el proceso educativo propiamente dicho, el cual es mejor definido así: como la transmisión entusiasta de un saber a un otro que sabe menos. Y al mismo tiempo que sentir entusiasmo, el profesor debe tener autoridad, no autoritarismo, autoridad, pero esta autoridad debe poder ganársela si quiere que sea efectiva.

El tercer principio educativo se refiere a los alumnos. El aprendizaje supone un gran esfuerzo y dedicación y en la adolescencia, las ganas de esfuerzo son pocas. Así, la educación siempre lleva aparejada una forma de violentar al otro, de sacarle de su ensimismamiento para insertarle en la cultura y la tradición intelectual. En lugar de intentar complacer a los alumnos se debería tratar de ganarse su respeto y su confianza, y si no se logran estas cosas, al menos que sepan que tienen que trabajar porque esto es lo que le toca y lo que se espera de ellos. Si, por el contrario, se les facilitan las cosas, el esfuerzo cada vez será menor y más inececesario.

Frente a todas estas cuestiones, podemos preguntarnos qué han hecho los gestores educativos catalanes. ¿Han puesto empeño en abordar con decisión los aspectos problemáticos de la LOGSE? ¿Han intentado realizar una reforma de esta ley? No, nunca se han preocupado de ello, a diferencia de profesores individuales en Cataluña que sí han explicado en foros y artículos los problemas de este enfoque educativo. Pero el gobierno y el departamento de educación son ajenos a esta problemática. En el campo educativo, como es sabido, sólo les interesa la correcta aplicación de su programa político, la inmersión, cuyo claro objetivo es lograr que los alumnos se identifiquen con la lengua propia única y con la nació. Todo lo demás, no importa.

A pesar de ello, nosotros no debemos rehuir el debate. Todo lo contrario, debemos empeñarnos en mostrar los errores del enfoque educativo post-moderno e intentar aportar soluciones para mejorar las cosas. Y para esta tarea contamos con las muy valiosas aportaciones y reflexiones de Inger Enkvist.

Moltes gràcies.