Presentación del ciclo, por Iván Tubau

17 - 10 - 2008 / Iván Tubau, Asociación por la Tolerancia

 

¿...Mas tendrá sentido?

Es la pregunta que me hice mentalmente cuando la presidenta Marita Rodríguez Tarradellas me aclaró que el tratamiento de presidente no se pierde al dejar de serlo; me pidió un texto para la séptima edición del ciclo de cine para la tolerancia (todo con minúsculas si me lo permiten). ¿Tiene sentido otro texto? ¿Tiene sentido otro ciclo? ¿Tiene sentido la existencia misma de algo llamado Asociación por la Tolerancia?

Dado que no formé parte del jurado el año pasado, ni pude ir al acto de entrega, cliqué tolerancia.org y escuché el entendible, bien dicho, bien argumentado discurso de aceptación de Mario Vargas Llosa.  Aunque solo fuera por haber propiciado esas espléndidas palabras, la Tole tendría sentido. Nunca se ha explicado tan claro y tan bien que aquella tierra acogedora, cosmopolita, viva, creativa y alegre que en los últimos años del funesto franquismo fue Cataluña (y de modo especial Barcelona) se ha convertido por mor del funesto nacionalismo en un ámbito hosco, excluyente y obsesionado con esa sandez llamada identidad nacional, es decir colectiva. Que, al igual que Dios, no existe (ahora cito a Saramago), circunstancia que no impide al factor Dios y al factor nación seguir haciendo mucho daño.

En cuanto al ciclo, estaría plenamente justificado aunque solo fuera por dar ocasión de enfrentarse, de nuevo o por primera vez, a esa lección espléndida que es Todos estamos invitados. Porque lo que se extrae de la película de Manolo Gutiérrez, viejo compañero en la Escuela Oficial de Cine de los años 60 del siglo pasado, es que lo más grave del totalitarismo es que genera complicidades y por eso resulta tan difícil luchar contra él, extirparlo de la sociedad donde gobierna o en la cual se desarrolla.

En Cataluña el totalitarismo gobierna. En el País Vasco, mata. Evidentemente, matar es lo peor. Pero si ETA puede seguir matando es porque quienes gobiernan allí no toman medidas verdaderamente eficaces para impedirlo. Y es porque los ciudadanos (las excepciones arriesgan mucho) vuelven la cabeza cuando ETA mata. Callan. Mayormente, por miedo. Pero es también porque una parte de la población (pongamos el diez por ciento) vota a quienes matan y quienes matan saben que ese diez por ciento les seguiré votando si siguen matando. Diez por ciento ya es mucho, pero es que además quienes gobiernan comparten explícitamente con los asesinos y sus votantes la misma sandez: la presunta identidad colectiva, enemigo principal de la libertad y la democracia, por decirlo con palabras de Vargas Llosa. O, si me lo permiten, del Estado de Derecho, el logro más alto que había alcanzado la civilización; la razón por decirlo de otro modo.

Iván Tubau