VI Ciclo de Cine, Domingo 18: F. Garcia de Cortázar

18 - 11 - 2007 / Redacción Tolerancia

 

Fernando García de Cortázar:

"El nacionalismo catalán y vasco se han valido del miedo para crear un sistema totalitario, excluyente"

La proyección de la película propagandística encargada por el Tercer Reich a Leni Riefenstahl El triunfo de la voluntad (1935) fue en muchos sentidos toda una lección. Una lección de cine, una asombrosa muestra de cómo se puede domesticar a enormes multitudes, una prueba de hasta dónde puede llegar el nacionalismo exacerbado (el público acabó empachado de banderas y desfiles), una demostración de la enorme inanidad del discurso político (que puede, sin embargo, producir verdadero fervor) y una invitación al pesimismo.

Javier Toledano fue el encargado de introducir a Fernando García de Cortázar y lo hizo con habilidad y su excepcional toque de humor irónico. Alabó a D. Fernando por la enormidad de su sabiduría, por la fuerza y la poesía de su verbo, por su laboriosidad y, también, por su valentía. Citó como muestra su intervención reciente en un debate televisivo sobre la Memoria histórica, en el que se enfrentó con brillantez a Santiago Carrillo (hasta tumbarle) y a Pilar Rahola. Citó de entre su abultada bibliografía el que (dijo) era su libro favorito: Breve Historia de España , un verdadero best-seller (algo inusitado en el terreno de la edición académica) y, también, el que tenía por su último libro: Los perdedores de la Historia de España , que no había leído y en el que confiaba que apareceríamos, tarde o temprano, los no nacionalistas.

Fernando García de Cortázar bromeó sobre el hecho de que su última publicación acababa de aparecer justo el día anterior con el título de La Historia de España desde el Arte , en una edición magnífica. Sobre su valentía recalcó que simplemente se había empeñado en la defensa de la libertad, la igualdad, la unidad, la idea de España y en el combate abierto contra aquellos que se constituían en enemigos de estos valores. A continuación se puso a la tarea para la que se le había propuesto la charla, analizar la relación entre nacionalismo y totalitarismo, con su habitual discurso fluido, potente, poético, salpicado de jugosas anécdotas y enormemente atractivo.

Antes de empezar, sin embargo, dio unas pinceladas de repaso a la situación "local". Afirmó que tanto el nacionalismo catalán como el vasco se han valido del miedo para crear un sistema totalitario, que excluye a los que no están dispuestos a comulgar con su idea de nación. Se refirió al éxodo de docentes de los 80 y a la utilización de la lengua como instrumento de afirmación o construcción nacional. Mientras que las empresas, dijo, no están dispuestas a invertir recursos en que aquellos de sus empleados que sobrepasan cierta edad aprendan un nuevo idioma, en Cataluña y, sobre todo, en el País Vasco gastamos inmensas cantidades de dinero en esa tarea ineficaz e inútil. Adobó la explicación con algunas anécdotas que ilustraban el escaso conocimiento del euskera por los vascos incluso más interesados a priori en ello. Rindió tributo a los docentes que se han visto coaccionados y, sobre todo, a los que han plantado cara. "La democracia, dijo, no consiste exclusivamente en depositar periódicamente un voto, sino que radica en el ejercicio de la palabra libre".

"La transición desmontó el nacionalismo español y lo dejó en un reducto de nostalgia que ya no significa nada". Pero el espacio que dejóha venido a ser cubierto por los llamados nacionalismos periféricos. Lo peor es que, al servicio de sus respectivos "proyectos nacionales" están dispuestos a sacrificar individuos concretos y reales. Eso era lo que implicaba la petición de Ibarretxe de que no interviniera la Unidad Militar de Emergencia del Ejército español en el País Vasco en caso de catástrofe. Lo asombroso es que ante estas decisiones políticas nadie diga nada. Monolingüismo institucional, inspectores lingüísticos, multas,... son otros tantos atentados contra los derechos individuales. "Ha llegado el momento de excitar nuestros corazones liberales, hablar abiertamente y reclamar lo que nos pertenece". Ha habido muchos años de dejación por miedo y por falta de convicción. El desgaste de la idea de España ha actuado de elemento desactivador y nos ha hecho perder la dimensión de nuestros derechos frente a totalitarismo.

Entró en materia afirmando que los nacionalismos se parecen extraordinariamente (el documental había constituido una buena prueba de ello). Lo peor del nacionalismo es que provoca movimientos fanáticos que se ven impelidos a actuar con violencia frente a cualquier agente exterior que se perciba como obstáculo. Los cómplices son los que hacen posible la extensión y el crecimiento del fanatismo y este acaba colándose por "los pliegues de lo sagrado". "El patriotismo étnico"  deriva con frecuencia en la reducción del sentimiento de humanidad compartida;  y eso permite explicar por qué incluso instituciones como la Iglesia llegan a olvidar que ese es su objetivo fundamental y le anteponen el "interés nacional".

El retroceso de la religión también ha dejado un campo libre que ha ocupado e fanatismo nacionalista. Citó a Voltaire y sus reflexiones sobre el enorme esfuerzo que costó la difusión del espíritu de tolerancia, arrancando el sentimiento religioso del terreno público para dejarlo desactivado en la esfera privada. Citó también a Kant y su exigencia del derecho a hacer uso público de la razón.

Enumeró las que juzga coordenadas de la mentalidad fanática:

-Sumisión ciega a los líderes

- Sumisión ciega a los símbolos, revestidos siempre de un carácter sagrado, inviolable

- Proyección de la violencia hacia el exterior, de donde procede siempre el mal

En el caso de Companys, por ejemplo, se unen varios de estos factores. Se presenta como el mártir del enemigo exterior y por ello se le mitifica y se le eleva a la categoría de símbolo sagrado, olvidando lo que efectivamente fue su obra. Contó como le tuvo que recordar a Pilar Rahola, en el debate ya mencionado, que "no todo crucificado es un redentor". La Nación ha ido casi siempre asociada a la Religión y la Religión, con frecuencia, a la Muerte. Esta mezcla explosiva engendra violencia, que suele volcarse contra el "enemigo", exterior o interior.

El nacionalismo se apoya en dos dogmas:

-La suposición de que lo "natural" es superior a lo "racional".

-La interpretaciÓn de lo "nacional" como algo "natural".

A menudo se olvida este factor que determina el carácter predemocrático del nacionalismo. Con ello se justifica la preeminencia de los derechos colectivos sobre los individuales y de ello extrae la fuerza que ha laminado la percepción crítica de los ciudadanos. ¿Cómo es posible que el estatuto haya generado tan poca reacción? En el País Vasco cabe atribuir al miedo la causa principal de esa actitud de "trágala", pero lo cierto es que está dominando el entreguismo, el "síndrome de sumisión voluntaria" y un enorme deseo de que "todo esto acabe cuanto antes", como sea . Se olvida que la forma mejor de calmar a un tigre, como decía Konrad Adenauer, es dejar que te devore. Lo malo son las consecuencias.

Los últimos trazos de su charla apuntaban en la dirección de la necesidad de la revuelta ciudadana y los remató con una larga cita de Joseph Roth en la que se acusaba al pesimismo escéptico del crecimiento de la bestia. Con ello terminó, con cierto desencanto del público que hubiera deseado mucho más.

Hubo poco tiempo para el coloquio, pero entre las preguntas que precipitadamente se plantearon surgió la permanente inquietud acerca de cómo pudo ocurrir lo que habíamos presenciado en el documental y lo que le siguió. Fernando García de Cortázar aprovechó para insistir en los mismos temas que ya había mencionado: el nazismo fue el resultado de una mezcla de fanatismo, miedo, sumisión dejación y escepticismo. Muy interesante resultó su respuesta a los que le pedían recetas para paliar esta enfermedad o evitar su desarrollo, toda vez que el diagnóstico estaba bastante claro. Dijo que era preciso que el estado recuperara las competencias en educación y que se reformara la Constitución y la Ley Electoral para reducir el peso en la política española de los partidos cuyos intereses poco tiene que ver con lo común.