Historia detallada y documentada del proceso de aprobación del Estatuto de Cataluña de 2006
(fuente: bitácora Almendrón)

INTRODUCCIÓN: Hilo argumental de los nacionalismos (*):
  1. La humanidad de divide naturalmente en naciones.
  2. Las naciones son reconocibles por ciertos rasgos naturales .
  3. La organización del poder político debe acomodarse a los límites de la nación a través del principio de autodeterminación nacional.

[* Rodríguez Abascal, Luis: Las teorías del nacionalismo y sus limitaciones en Cuadernos de Alzate , nº 21, 1999]

Este silogismo parte de dos premisas falsas de las que no se puede deducir —salvo incurriendo en la falacia naturalista— el deber ser que se formula en la conclusión. Tiempo habrá para justificar esta afirmación, pero antes deberíamos preguntarnos cómo hemos llegado a esta situación y quién o quiénes son los responsables. Mucho antes de alcanzar Zapatero el cargo de Secretario General del PSOE, los políticos catalanes ya negociaban el contenido del nuevo Estatut pero el verdadero pistoletazo de salida lo dio el propio Zapatero cuando, en el mitin central de la campaña de las elecciones autonómicas de Cataluña, afirmó que apoyaría «la reforma del Estatuto de Cataluña que apruebe el Parlamento de Cataluña» (13/NOV/2005). A tan desafortunada promesa, le siguió —con ocasión del debate sobre el “Estado de la nación” en mayo— la oportuna precisión: «apoyaré la reforma del Estatuto de Cataluña, con dos condiciones que son obvias y que van en la propia naturaleza de las cosas: respeto a la Constitución y amplio consenso». No obstante, la calculada ambigüedad de Zapatero en todo lo referente al modelo de Estado le hace responsable de la actual situación junto al brazo ejecutor, es decir Maragall, quien repentinamente abandona su discurso de izquierdas para sumirse en el pozo de los nacionalismos. Tras el dictamen del Consejo Consultivo de la Generalitat , todos los grupos políticos a excepción de CIU parecen avenirse a tal dictamen pero Artus Mas decide plantar cara y Maragall antepone el consenso a la constitucionalidad del proyecto. Para bien o para mal, Zapatero, Maragall y Artus Mas se reparten esta tarta inconstitucional e insolidaria en que se ha convertido el Estatut catalán.

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