Número 12. Noviembre de 2001 |
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Presentación del libro de Antonio Santamaría "Los Nacionalismos". |
Es un esquema que se va repitiendo –e incrementando– en los últimos años y que tiene ciertos visos de consolidación por la condescendencia con que estos grupos son tratados por el poder político, quien, a su vez colabora activamente en la deslegitimación de los símbolos constitucionales. ¿Qué es si no esa práctica, cada vez más extendida, de los ayuntamientos de quitar la bandera española –caso de tenerla– del balcón consistorial el 11 de septiembre? Es la escenificación suave de Cataluña versus España. Una apuesta arriesgada, injusta e ilegal que hace que los más radicales vean la no-exclusión de la roja y gualda como una provocación; como la representación máxima de una especie de colonización que les ha arrebatado algo que les pertenecía y que sólo pueden recuperar con la segregación del territorio. Así, todo vale: pasamontañas (buscando más el golpe de efecto en los demás que el anonimato para sí) para hacer de pirómanos de contenedores de basura y de banderas españolas, roturas de escaparates y gritos bélicos, al tiempo que pasean senyeras esteladas e ikurriñas; una estética demasiado familiar… Se está propiciando una fractura territorial con el uso y abuso de los símbolos propios y la exclusión de los otros igualmente propios. Un nacionalismo transversal que hace caminar a Cataluña hacia una entidad monolítica en lo político y cultural, empeñada en acabar con la pluralidad existente en su seno y en entronizar la pureza y exclusividad de sus "diferencias". En el terreno lingüístico no es sólo la imposición del catalán, sino la limitación de uso del castellano. Así, la intervención reciente en esta lengua de Alberto Fernández Díaz, presidente del PPC, en el debate de política general en el Parlamento catalán ha suscitado una resolución, por parte de las juventudes de Convergencia, en la que se le tacha de provocador. Convergencia senior, claro está, consiente. Lo mismito que en la época dura de Franco, pero con un cambio de lengua. De nada sirve reclamar la cultura de la paz al tiempo que se siembra la semilla de la discordia alimentando identidades, en vez de orientar la educación hacia el concepto neutro de ciudadanía y los principios que alumbraron la Revolución francesa: Libertad, Igualdad y Fraternidad –precisamente, el socio principal del partido en el poder, Sr. Duran i Lleida, acaba de poner, públicamente, los ideales ilustrados en cuestión; concretamente los ha situado en el mismo plano que el fundamentalismo religioso. Por supuesto que la violencia no es exclusiva de ningún colectivo concreto; es fruto de la educación. Probablemente también haya violentos entre los que pasean la bandera del águila y, quizás, de buena gana quemarían senyeras y dificultarían el uso del catalán. Lo importante es que no se atreven porque saben que no hay partidos políticos que los avalen mínimamente. La diferencia con estos kale borrokistas "antifascistas" es que ellos sí que han encontrado su plus de legitimación. M. R. |
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¿Los funcionarios de Justícia deben saber catalán? El Tribunal Superior de Justícia de Catalunya ha anulado de forma cautelar el decreto emitido por la Generalitat que obligaba a los funcionarios interinos de los juzgados a tener un conocimiento alto del idioma catalán. El Periódico de Cataluña 20 de junio de 2001 |
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Sinceramente, cuesta sobreponerse a lo acontecido
el pasado martes, tanto en cuanto a la barbarie salvaje de quien pudo concebirlo
y materializarlo, como a sus dantescas consecuencias.
Pero más cuesta sobreponerse al darnos cuenta de que, conciudadanos, o hasta incluso vecinos han dado y dan muestras de una total falta de sensibilización hacia el problema. En este sentido, e intentando reordenar cronológicamente ideas y teniendo en cuenta que todo coincidía con la celebración de la Diada, destacar de antemano la loable actuación de las instituciones que suspendieron los actos lúdicos a celebrar por la tarde en Sant Boi. A partir de aquí, mucho menos loable la postura de ERC, que, a las dos/tres horas de conocida la magnitud del ataque, iniciaba su "pasacalle" independentista desde la Plaza Urquinaona hasta el Arco del Triunfo donde todo estaba preparado para el recital de Lluís Llach sobre el que, pese a ser un acto lúdico, no existió el menor atisbo de suspensión. Ni que decir tiene que el «pasacalle» resultaba de lo más variopinto y distorsionador de lo que podemos considerar una Diada de Cataluña si tenemos en cuenta la proliferación de ikurriñas, banderas de Cuba(?), pancartas en pro de los presos vascos, reivindicación de los "sin papeles" y otras situaciones verdaderamente chocantes, contando como invitado de lujo con Gorka Knörr de EA. O sea, todo, eminentemente catalán. Y, a mayor abundamiento, más cuesta sobreponerse si, la noche del día después durante una tertulia abierta a los oyentes en una emisora local, se escuchan, en boca del primero de los participantes, quejas por la cobertura que se había dedicado al hecho, la que se le dedicaba y la que se le continuaría dedicando, en su opinión tan sólo porque el país atacado había sido Estados Unidos (posiblemente le habían fastidiado el capítulo del culebrón al uso o la basura dedicada a personajillos del «couché»). Una segunda intervención con la lapidaria frase de que "finalmente los americanos han encontrado la horma de su zapato y el David contra Goliat sé ha convertido en realidad". Una tercera clamando por el exterminio de un imperio y apelando para ello a Hiroshima y Nagasaki. Y una cuarta, buscando puntos en común con la guerra del Golfo dentro de la más ortodoxa demagogia. ¡Ah! Se me olvidaba: en un magazine de tarde en la televisión pública, de Cataluña con presencia de una psicóloga de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, un responsable de Protección Civil especialista en rescates, un piloto, una escritora y periodista y un responsable de la OLP, se ninguneó a los dos primeros -tal vez los más apropiados y autorizados en los momentos por los que se estaba atravesando- con tiempos entre minuto y medio y cuatro minutos, dando cancha a los otros tres invitados que bien poco aportaron salvo ideas para que otros descerebrados lo intenten con otro avión. En resumen, que el antiyanquismo trasnochado todavía sobrevive. J. M.
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"Tolerancia cero" |
El pobre Pujol opina, con frecuencia, como
su señora: su casa la quiere unida y bien aseada. Le pone
de los nervios que un musulmán inmigrante pueda pedir que le hablen
en castellano. Al parecer, él piensa que quienes emigran lo
hacen, no por comer, sino para aprender catalán, sean de donde sean.
Y para quienes no se conformen pide «tolerancia cero».
Se trata de una expresión extraordinariamente significativa.
Y que provoca, por descontado, consecuencias imprevisibles entre aquellos
a quienes con ella se maltrata. Pues sí que está ahora
el horno para bollos. De veras Pujol ha jugado ya las diez de últimas.
Y además ha perdido.
ANTONIO GALA
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