Asociación por la Tolerancia
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El valor de la ...

CIUDADANÍA

Boletín nº 34  Especial Rosa Díez. Junio 2006  (2ª época)

Entrega del XII premio a la Tolerancia a Rosa Díez

  1. El jurado y la proclamación del Premio
  2. Los parlamentos
    1. Parlamento de José Domingo
    2. Parlamento de Francesc de Carreras
    3. Parlamento de Marita Rodríguez
    4. Discurso de Rosa Díez
  3. Crónica del acto, de inn

El Jurado y la proclamación del Premio

 

Como baluarte en la lucha por la libertad. Por representar la entrega incondicional a la causa de las víctimas del terrorismo; la defensa de los valores constitucionales –o sea, de los derechos fundamentales–; la concordia entre todos; la apuesta por el individuo frente a la tribu; la jerarquía de los valores frente al cómodo relativismo moral y ético imperante; la sensatez de saber distinguir qué y quienes ponen en riesgo la democracia; la valentía de pedir, de forma pública y continua, a los partidos mayoritarios que hagan un frente común para evitar que los nacionalismos étnicos acaben sustituyendo a la nación cívica española.

 

 

El Jurado:

  • Albert Boadella (Director de teatro y dramaturgo. Premio a la Tolerancia 2002)
  • Francesc de Carreras (Cat. Dcho. Constitucional y ensayista. Premio a la Tolerancia 1998)
  • Juan Antonio Cordero (Estudiante. Juventudes AT)
  • José Domingo (Letrado de la Seguridad Social. Vicepresidente de la AT)
  • Arcadi Espada (Escritor y periodista. Profesor de Periodismo. Premio a la Tolerancia 2005)
  • José García Domínguez (Periodista y Economista)
  • Miquel Porta Perales (Escritor y Profesor de Filosofía)
  • Antonio Robles (Profesor de Filosofía. Ex presidente de la AT )
  • Marita Rodríguez (Profesora de Física y Química. Presidenta de la AT)
  • Rafael Sorní (Abogado. Junta de la AT)
  • Lluís Maria Todó (Escritor. Profesor de Literatura francesa)
  • Javier Toledano (Delegado sindical de Correos. Miembro de AT)

 

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Parlamentos

Parlamento de José Domingo, Vicepresidente de la Asociación por la Tolerancia

EL BOSQUE NO ESTÁ SECO

Hace unos días, me encontraba cenando con unos amigos, cuando en una mesa próxima, un grupo discutía sobre el futuro de Cataluña. Hablaban de política y en ese contexto uno de los comensales interrogaba a otro sobre las características del Presidente de la Generalitat ideal.

-Creo que debiera ser una persona equilibrada, dialogante, preparada, con experiencia profesional, no sectaria, conocedora de la realidad social y capaz de tender puentes entre las dos almas de Cataluña, la “catalana” y la “castellana”, aunque ahora ya están emergiendo otras muchas más.”

Sin duda, algunos de los premiados por la Asociación por la Tolerancia reúnen estas características. Otro ya ha demostrado que no.

Puede que algunas personas de las que nos acompañan esta noche lo desconozcan. Corría el año 1996 y el Jurado del Premio a la Tolerancia, integrado por Gabriel Jackson, Francesc de Carreras, Victoria Camps, Eugenio Trias, Pepe Ribas, Joan Ferrán y otros más, lograron vencer la resistencia de algunos miembros de la Asociación y otorgaron el Premio, en su segunda edición, al entonces alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall.

Eran años duros, los efectos de los decretos de inmersión lingüística impulsados por el Gobierno nacionalista de CiU, con la colaboración de la oposición socialista y de los sindicatos, se empezaban a notar. Ahora, sabemos que todo es susceptible de empeorar. Con la entrega del Segundo Premio a Maragall se trataba de guiñar el ojo a un sector del Partido Socialista reacio al contacto con las asociaciones no nacionalistas. Pretendíamos aliar la Cataluña burguesa del Ensanche barcelonés con la del extrarradio; hacer visible la Cataluña plural.

Bastaron unas palabras de Antonio Robles, el entonces Presidente de la Asociación por la Tolerancia, para que se rompiera el hechizo. Pasqual Maragall se tanteó los bolsillos y nos advirtió: “Llevó dos discursos, ambos escritos por mi abuelo, el poeta Joan Maragall, uno en catalán, en el que habla de la Cataluña que entiende a España, otro en castellano, en el que censura a la Castilla hostil con Cataluña. Sacó el segundo. Le recuerdo mascando las palabras, tenso: “El empeño de los castellanos de que no se escriba en otra lengua que la castellana, ni se hable más que el castellano, obedece a su ligereza de carácter y a su egoísta pereza; defectos de raza que les son comunes con los franceses que, (…) se empeñan en que su idioma sea lengua universal".

No había entendido la invitación sincera de los bilingüistas. La defensa de los derechos de los catalanes castellanohablantes fue interpretada –también por él- como un ataque a Cataluña y al catalán. Una vez más, el victimismo.

Acto seguido, se ausentó del local, abandonó la placa y no quiso recoger el Premio.

Ayer, el President de la Generalitat también abandonó: no será el candidato del PSC a las próximas elecciones autonómicas. No lo lamentamos. En su faceta de gobernante se ha comportado igual que en la de premiado: No ha entendido a la Cataluña real y la ha dirigido a golpes de emoción y de improvisación. “He complert l'objectiu” ha dicho, y nos lega un futuro cargado de incertidumbres y controversias. “S'ha acabat el victimisme” y ya se denuncia como un nuevo ataque a Cataluña la posibilidad de que instituciones o partidos presenten un imprescindible recurso de inconstitucionalidad contra el Estatuto.

Pero en esto de errar no está sólo, le acompaña en coro la Comisión Ejecutiva del PSC. “Con la aprobación del Estatuto –se podía leer en un comunicado- ha triunfado Cataluña, la democracia y el PSC.”

Empecemos por lo último, el PSC: el Estatuto ha dejado descosido a ese partido. La vieja guardia catalanista cede el paso a los triunfadores del Congreso de Sitges. Los capitanes se han hecho mayores y parece que ya no necesitan al General. Lo terrible, es que para alcanzar el poder han tenido que adoptar su discurso, el catalanismo político, y lo han interiorizado tanto que se ha transmutado en simple nacionalismo.

La democracia, ¿Cómo puede decirse que Cataluña ha ganado en democracia con el Estatuto? ¿Democracia?, nos estamos refiriendo a unas reglas de juego que se asientan en la libertad e igualdad en la participación política y en el respeto al adversario. ¿Qué tiene eso que ver con lo que ha pasado aquí en este último mes? Es más, de no cambiar la dinámica va a ser necesario acudir a organismos independientes como el Consejo de Europa para que garanticen la limpieza del proceso electoral en las próximas autonómicas. Una campaña tan sucia en la que se ha vareado al contrario, en la que algunas formaciones han tenido que realizar sus actos en lugares que se asemejaban más a fortalezas policiales, que dificultaban el contacto con los ciudadanos; una campaña en la que el Gobierno ha inducido por activa, pasiva, reflexiva, recíproca y perifrástica el voto afirmativo desoyendo las indicaciones de la Junta Electoral Central es considerada un triunfo de la democracia. En este contexto, y con esa pedagogía no es de extrañar, al final, que muchas personas se planteen dejan de ser ciudadanos, preocupados y responsables de los asuntos públicos, para pasar a ser usuarios exclusivamente preocupados por su bienestar particular.

El tercer triunfador, Cataluña. Maticemos su concepción de Cataluña. ¿Qué beneficio reporta para Cataluña un Estatuto ignorado por más de la mitad de los catalanes y que sólo ha sido respaldado por un tercio del censo? Gana la Cataluña de los nacionalistas que tratan de amoldar la sociedad, muy diversa, a parámetros culturales y lingüísticos del siglo XIX, y pierden los ciudadanos en su conjunto.

Pero no quiero que se desanimen, porque el bosque todavía no está seco, sólo un poco mustio; reverdece tanto en Cataluña como en el resto de España; hay savia nueva, y a ello contribuye –con una fuerza que nos emociona a todos- nuestra premiada de hoy, Rosa Díez, capaz, si quisiera, de cohesionar todo este bosque ciudadano.

De ella y de otras cosas va a hablar Francesc de Carreras, hombre competente, y Premio a la Tolerancia.

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Parlamento de Francesc de Carreras, Premio Tolerancia 1998

Siempre he pensado que lo más admirable en el País Vasco es el papel que las mujeres juegan en la lucha contra la antidemocracia; contra el autoritarismo; sobre todo lo fuertes que son ante el miedo. Rosa es un ejemplo, pero la lista es importante: Maite Pagaza; su madre: Pilar Ruiz, a quien no conozco pero me imagino –creo que todos la imaginamos–; Mapi Heras, que está aquí con nosotros; Ana Iríbar; Consuelo Ordóñez..., son muchas, ¡son muchas!Son, en cierta manera. las madres coraje que salen a defender lo que ven como obvio. Ven que, por lo que les dictan sus conciencias, tienen que salir a decir lo que piensan.

Primero, Rosa es una de estas mujeres. Al premiarla, también hemos tenido presente que es una persona muy significativa, entre muchas otras cualidades.

Segundo, es una mujer de partido y es una persona libre –y esto no es nada frecuente. Aquí tenemos que hacer una reflexión sobre el papel que juegan los partidos hoy en día: las disfunciones que experimentan y las dificultades que el mal funcionamiento de los mismos produce a la democracia. Cuando en un partido una persona dice una cosa, pero al cabo de tres meses el partido cambia y esta persona dice otra, y al cabo de un año dice una tercera, uno se pregunta si esta gente piensa algo, si tiene una mínima dignidad. Y no es que uno no pueda cambiar de pensamiento –seríamos tontos si no reflexionáramos sobre las cosas y no fuéramos capaces de cambiar–, pero cuando uno dice cosas contradictorias sin dar razones, piensas que lo que esa persona quiere es mantener el puesto, el cargo, o el beneficio que pueda sacar estando a bien con el partido. Sin embargo, sin partidos democráticos no hay democracia, y un partido nunca será democrático sin que sus miembros puedan expresarse con plena libertad, aunque, naturalmente, debe procurarse por la eficacia, la unidad de acción y por preservar el camino por el cual debe ir el partido en un momento dado. Esto tampoco debe ser óbice para que uno no deba decir lo que piensa, lo que cree; es más, sólo a partir de que todos digan lo que piensan y lo que creen se puede formar una opinión común que no sea simplemente fruto del autoritarismo.

Una tregua de la nube de admiradores

Mapi Heras, viuda de Fernando Múgica, que tuvo a bien acompañarnos

Rosa Díez es un poco ejemplo de todo esto. Es una persona que está en un partido, que piensa, que dice lo que piensa, y que lo dice razonablemente. Ha recopilado sus escritos de los últimos años en un libro que está presentando estos días, Porque tengo hijos, en cuya lectura, queda claro que Rosa es una persona profunda, reflexiva, dedicada, que dice lo que cree en cada momento, sin miedo a que a que esto pueda ocasionarle perjuicios dentro de su partido. O sea, es un ejemplo de cómo debe actuar uno dentro de un partido.

Tercero, es una mujer de partido; del partido socialista; una socialista de siempre, que ha seguido expresándose libremente en estos últimos tiempos, en que han ido arrinconándola dentro de su partido, junto a otros y otras como: Nicolás Redondo, Maite Pagazaurtundua, Gotzone Mora, ... En cambio, ella nunca ha faltado al respeto y –en la creencia de que en su partido hay posiciones diversas y a veces uno puede estar en mayoría, y otras en minoría– siempre ha querido mantenerse dentro de él. Precisamente el PSE tiene una enorme responsabilidad en cómo están las cosas en estos momentos, y el hecho de que Rosa siga dentro de este partido me parece que es algo fundamental. ¿Qué significa hoy militar en un partido socialista? Pues aunque no lo parezca, quiere decir lo de siempre, dar importancia a dos valores fundamentales, que han estado presentes en toda apertura en los últimos 200 años: libertad e igualdad; los dos igualmente importantes. No puede haber libertad sin igualdad, ni igualdad sin libertad. Me parece que ésta es la radiografía y el horizonte en el que una sociedad progresa. Cuando progresan la libertad y la igualdad, la sociedad se consolida.

¿Todo esto merece un premio a la tolerancia? Yo creo que la Asociación por la Tolerancia debe reflexionar un día seriamente sobre qué es la tolerancia, no es el momento, pero apunto alguna cosa al respecto. Creo que la tolerancia está en todo proceso moderno. El concepto apareció justo en el momento en que las personas combatían por motivos religiosos; por el simple hecho de que unos fueran de una religión, y otros de otra. Ante tal disparate, en el S. XVI, todos los países –especialmente Francia– acordaron que por ser unos católicos y otros protestantes no se tenían que pelear y hacer un conflicto civil por ello. Por tanto, ahí está la razón (Ortega y otros) de la construcción del estado moderno. En determinadas cosas, podemos tener posiciones distintas, pero no debemos pelear por ello. A partir de ahí, hay que ser tolerante, que es ser libre y respetar a los demás aunque piensen lo contrario. Rosa Díez vive en un país en el cual esto desde hace muchos años (desde el inicio de la democracia y desde antes –aunque se ha acentuado, y esto es lo más grave, en la época democrática–) no se respeta. Precisamente, lo que falta en el País Vasco –creo yo– es tolerancia; sentarse a una mesa los que creen que Euskalerria es la patria de todos los vascos, y los que creen que la libertad es la patria de todos los vascos y de todo el resto de seres humanos, tomarse unos vinos tranquilamente, hablando de lo que sea, sin tener que enfrentarse y pelear por ello. A este horizonte, solo pueden llevar –de hecho–actitudes como la de Rosa y sus compañeros y amigos del PV. Nosotros, desde aquí –desde la Asociación por la Tolerancia– siempre hemos tenido una conexión especial con estos grupos; una especie de debilidad y una absoluta admiración. Aquí, los que hemos sido discrepantes –y los que estamos en esta sala lo somos desde hace años– hemos tenido algún incidente aislado, pequeñito, lo cual no debemos sobrevalorar; en el fondo, nos justifica... Si no hubiera estas cosas, no tendríamos razón de ser como discrepantes, porque no discrepamos de ideas, sino de actitudes. Los de allí, se han jugado la vida. Cuando coincides con un discrepante vasco y te despides en el aeropuerto (Tú, a Barcelona; él o ella, a Bilbao) te dice: bueno, vuelvo a la cárcel, porque al llegar allí, le esperan los escoltas, con los que tiene que estar desde que se levanta hasta que se acuesta. Esto no es vivir en libertad. Somos, desde aquí, muy conscientes, desde hace muchos años, y vemos siempre con admiración, a estos luchadores por la libertad en el País Vasco. Hoy queremos mostrar todo ese respeto y admiración a la persona de Rosa Díez.

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Parlamento de Marita Rodríguez, Presidenta de la AT

RAZONES PARA EL PREMIO

Rosa Díez tiene méritos sobrados para recibir el Premio a la Tolerancia –de hecho, el año pasado, recibió otro Premio a la Tolerancia: el José Prat, de los Ateneos de España. Y no somos los únicos que le vemos virtudes. Cuenta en su haber con otras distinciones como la Medalla al Mérito Constitucional y el Premio a la Convivencia del Foro de Ermua.

Se los ha ganado a pulso. Desde todos los puestos de responsabilidad política que ha ocupado dentro de su partido, siempre se ha entregado con entusiasmo, tesón, argumentos y valentía en allanar el camino de todo lo que obstaculiza la consecución de ese bien preciado que es la libertad, convencida de que sin ella, ni hay igualdad ni hay democracia. Por ello, nos consta que lamenta, con nosotros, la aprobación de este Estatuto.

Claro que la libertad en la CAV ha sido y es tarea dura por estar condicionada nada menos que por las pistolas, la extorsión y el miedo en estado puro. Durante muchos años, el discurso académico y político contra el terrorismo o brilló por su ausencia, o fue anémico, o se contagió parcialmente de él. No se pusieron a tiempo todos los recursos legales de que dispone un Estado de derecho, ni hubo una rebelión ciudadana exigiéndolos. Se fue extendiendo la idea de que no se podía acabar con él y el tema llegó a ser tabú. El terrorismo se hizo fuerte y la democracia, débil. Pero en medio de esa debilidad colectiva, se alzaron voces muy claras, que trabajosamente fueron ganando espacio. La de Rosa fue una de ellas.

Su honestidad intelectual la condujonovedosamente a dirigir sus críticas al nacionalismo, al que tuvo ocasión de conocer muy de cerca y ver su insaciabilidad y su falta de lealtad democrática, durante los 7 años que duró el 2º pacto de gobierno entre el PNV y el PSE. Antes de la traición de Lizarra ya se mostraba políticamente incorrecta al afear a sus socios que echaran el flotador a ETA cada vez que la veían en situación de debilidad. El PNV, con su discurso, coincidente con el de la banda, de alguna manera, legitimaba su existencia, aunque aborreciera sus métodos.

Hace ya 10 años, publicó un artículo en el que se mostraba contraria al final dialogado del terrorismo. “Ya vale de engañarnos y de caer en su trampa: los terroristas no persiguen nada que tengamos, nada que les podamos dar. Ellos matan para vivir. Somos nosotros, con nuestras torpezas y titubeos, quienes prestamos el discurso político a lo que es pura mafia y terror.

Cuando se habla de “paz dialogada” olvidamos un pequeño detalle: que no hay en la historia un ejemplo de paz que se haya firmado sin que la guerra haya castigado de forma similar a las partes en contienda. Y en Euskadi, no nos engañemos, no hay dos ejércitos luchando. Aquí no hay tal guerra. Aquí lo que hay es un grupo de vascos fascistas que matan, muchos que sufren y unos que mueren. Y que nadie me interprete mal: yo no quiero que muera ni uno solo más. Ni siquiera de los malos.”

Hace 10 años, pocos tenían la claridad de mente o el valor para hablar así. Ella no ha cambiado su discurso; nos ha impregnado de él.Las coordenadas las han movido otros.

Rosa es una política responsable y tiene convicciones profundas basadas en el análisis, en la razón y en la experiencia, y cuando alguien dice Diego donde antes dijo digo –las hemerotecas dan cuenta de numerosos ejemplos– se lo tienen que justificar. Además, ella considera que su lealtad al partido no implica su silencio ante prácticas que ve que pueden poner en riesgo sus propios principios y los del partido. Precisamente, apuesta por echar fuera del partido los lastres del pasado: el patrimonialismo, el sectarismo, la opacidad...so pena de llegar tarde al futuro. Piensa que la democratización interna e integral no tiene por qué debilitar la estabilidad, la coherencia y la gobernabilidad de los partidos; sino dotarlos de una mayor eficacia a la hora de canalizar la representación de los ciudadanos.

Lleva muchos años dando ejemplo de dignidad, decoherencia y de sacrificio personal en nombre del Partido Socialista, elevando su cotización en el mercado de los votos. La hemos visto defender con vehemencia al PSOE y su derecho a ser socialista, en foros donde se han puesto en evidencia algunas contradicciones dentro de su partido. Y aunque aboga por el entendimiento en cuestiones de Estado entre los dos grandes, sobre todo en materia de terrorismo, no ha sentido la tentación de cambiar de filas, pero tampoco ve a su adversario político como enemigo, lo que –en los tiempos que corren– la convierte en un poco sospechosa.

Por ese ánimo de entendimiento, creo yo que se involucró en ¡Basta ya! Ahí intensificó, con mayor comodidad, su labor crítica y de concienciación colectiva junto a otros compañeros socialistas, otros tantos populares y muchos independientes, y apostó por lo que se dio en llamar el bloque constitucionalista. El hecho dramático de que los cargos de estas dos formaciones se hubieran convertido en blanco del terrorismo les unió un montón. Por eso, aplaudió que el PSOE y el PP suscribieran el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, y la Ley de Partidos, que da la casualidad que ha resultado ser el instrumento más eficaz, hasta la fecha, para deslegitimar y derrotar a ETA.

Es verdad que, aunque fuera idea de Zapatero y avalada por la cúpula del PSOE, tuvo sus detractores dentro y fuera de las filas socialistas del PSE; me atrevería a decir que sus máximos opositores estaban en la cúpula del PSC –claro que éste, ya ha demostrado que el socialismo sólo lo lleva en las siglas. La realidad es que la opción que había apostado por la alternativa constitucionalista al nacionalismo, liderada porNicolás Redondo, que veía al PNV como problema y no como solución, quedó descabalgada por los que no querían caminar con el PP ni un metro: no sólo los del pacto del Tinell; los de la infame campaña que ha señalado a este grupo como enemigo de Cataluña; sino esa progresía instalada en Madrid, que siempre defendió la reedición del pacto con el PNV. “Poco les importaba –se queja Rosa– que acabara de pactar con ETA nuestra exclusión, y que en los años de gobiernos nacionalistas no se hubieran resuelto ninguno de los grandes problemas de los vascos, el principal de ellos la falta de libertad”

Por eso, se escandaliza que se ensayen fórmulas fracasadas en el pasado, de las que sólo se benefician los que han colaborado para que la libertad se halle fuertemente coartada para los que no abrazan el ideario totalitario del nacionalismo. Se queja de la nueva ola de perversión del lenguaje al uso; de que se presente a un Otegui desafiante como hombre de paz; de que se llame conflicto vasco al terrorismo; de la sonrisa de Batasuna, tras sus comparecencias judiciales; por no hablar del lacerante espectáculo de Txapote en la Audiencia Nacional; de la mesa extraparlamentaria que quieren montar, o que han montado, algunos de sus compañeros del PSE, por considerarla incompatible con las condiciones que fijó el Congreso para un posible diálogo con los terroristas, y porque la mera constitución de la mesa sería una victoria política de ETA. Teme que cuando la banda está más debilitada que nunca, consiga lo que no ha conseguido en toda su carrera de asesinatos.

Se posiciona valientemente en todos los temas claves, incluido el Estatut, sin dejarse atrapar por el cómodo relativismo moral y ético imperante. Pone límites. No rehuye los problemas, ni la mirada de su interlocutor. A los terroristas, en más de una ocasión, los ha tenido que mirar a los ojos, no para que se arrepientan de sus malas acciones –cosa altamente improbable–, sino para frenar sus miradas de odio, para mostrarles que pueden más sus convicciones democráticas que el miedo que ellos le infunden.

Muchos, la vemos cargada de sentido común, y como referente para orientarnos en estos tiempos confusos, en los que destacados compañeros suyos piden a los jueces que actúen teniendo en cuenta las circunstancias.

Compartimos con ella su apoyo a las víctimasdel terrorismo, no solo por empatía y solidaridad, sino porque somos conscientes de la deuda contraída con ellas en cuanto víctimas de Estado, porque ETA las aterrorizó, las hirió y las mató en el intento de derrotar y hacer claudicar al Estado. Lo hace por convicción. También porque muchos de los heridos, de los muertos –y el sufrimiento de sus familiares– le han tocado muy de cerca. Porque ella misma sufre en primera persona la amenaza. Gracias a ella y a otras compañeras y compañeros, se ha conseguido pronunciamientos sin precedentes del Parlamento Europeo contra el terrorismo etarra y Batasuna, y a favor de las víctimas.

Aunque Francesc ha hablado de algunas acepciones de la palabra tolerancia, y yo misma he hecho algo parecido a propósito de otros “Premios”, de Rosa se puede decir que es ciertamente tolerante según la acepción del término como «respeto a la diversidad»;de aceptación del pluralismo. Ahora que hay tantas referencias huecas a la II República, consegundas intenciones –a mi parecer–, son oportunas unas palabras de Azaña, el que fuera su máximo defensor, que nos recordaba hace poco Muñoz Molina,y que Rosa comparte. “El acuerdo cívico y el pluralismo democrático por encima de los lazos de sangre o la tribu; la soberanía y la responsabilidad personal, y no la sumisión al grupo o la impunidad de los que se fortifican en él. Estos son mis ideales republicanos. Espero que se me permita no incluir entre ellos la insensata voluntad de expulsar al adversario de la comunidad democrática, ni el viejo y renovado hábito de repetir consignas en vez de manejar razones y acusar de traición a quien se atreve a disentir de la ortodoxia establecida, a no seguir la moda ideológica del momento".

Rosa, a lo largo de los años, tu testimonio siempre nos ha dado fuerza para continuar con todo esto. Ahora, tu testimonio y nuestras fuerzas se incrementan con tu libro y tu blog que son brújulas paranavegantes. Tu voz y tu denuncia son las de todos nosotros y también las de muchos de tus compañeros de partido que, por no comprometer su asiento, dejaron las críticas en los pasillos del Congreso y nos tiraron este Estatut a la cabeza. ¡Enhorabuena y gracias, Rosa de España... Constitucional!

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Discurso de Rosa Díez

"La libertad no es nada cuando se convierte en un privilegio". Rosa Luxemburgo

Quiero empezar por mostrar mi gratitud ante el honor que supone para mí recibir este Premio a la Tolerancia de manos de la Asociación por la Tolerancia, precisamente aquí en Barcelona, capital de una Comunidad Autónoma que acaba de pasar por una campaña electoral en la que la intolerancia violenta ha sido protagonista destacada. Sean mis primeras palabras de rechazo de esa violencia y de denuncia ante la pasividad con la que han sido acogidos esos ataques por la clase política y mediática dominante. Los vascos sabemos bien del silencio de los cobardes; sabemos bien como empiezan estas cosas; y, desgraciadamente, también sabemos como acaban. Por eso hemos de alzar nuestra voz no sólo contra los culpables, sino también contra los responsables políticos. Y lo mismo que en Euskadi hay culpables y responsables de que allí aún no se aplique la Constitución, aquí en Cataluña existen responsables, además de culpables, de este clima de intolerancia que empieza a ser verdaderamente preocupante. Y muy grave.

Acepto este galardón como un reconocimiento que se hace a través de mi persona a centenares, a miles de ciudadanos anónimos que en toda España, pero particularmente en el País Vasco, siguen resistiendo ante el fanatismo terrorista, a la par que denuncian la cobardía y la intolerancia del nacionalismo cómplice u oportunista. En su nombre, en nombre de todas esas mujeres y hombres de bien, lo recojo y les doy las gracias de todo corazón.

Pertenezco a una generación de vascos que nunca han vivido en libertad. Nací en un pueblo de Bizkaia por azares de la vida, puesto que mi padre, un joven socialista suboficial de la República, fue trasladado a la cárcel de Larrínaga, en Bilbao, desde un campo de concentración de Santander, una vez finalizada la Guerra Civil Española. Mi madre fue tras él y se instaló en el pueblo donde vivimos. Desde allí le cuidó lo que pudo mientras estuvo preso; y allí lo esperó. Cuando mi padre salió de la cárcel, tras seis años y medio y felizmente conmutada la pena de muerte que pesaba sobre él, decidieron quedarse en el País Vasco. Allí nacimos mis dos hermanos mayores y yo. Allí aprendimos a vivir. Allí nos casamos. Allí nacieron nuestros hijos. Allí están enterrados nuestros padres. Y allí seguimos, como tantos y tantos vascos que emigraron a lo largo del último siglo, bien por razones económicas o bien por causas políticas. Generaciones enteras que han contribuido a que la sociedad vasca sea una de las más mestizas de España y a que Euskadi haya sido durante décadas uno de los motores del desarrollo económico español.

En esa sociedad vasca, desarrollada, plural y mestiza, hoy, veintisiete años después de que se aprobara la Constitución Española, miles de ciudadanos siguen viviendo sin libertad. Es verdad que ETA lleva tres años sin cometer atentados mortales; pero es igualmente cierto que seguimos viviendo sin libertad. Paralelamente, en los últimos diez años, más de 200.000 vascos, -un 10% de la población-, ha emigrado o se ha exiliado en otros lugares de España. Ante esta situación tan inusual en la Europa y en la España democrática muchas veces nos interrogan sobre las razones que nos empujan a quedarnos allí, a no tirar la toalla. Quieren saber si merece la pena "seguir aguantando". Responder a esa pregunta, ante este auditorio, puede ser una manera de describir nuestra realidad y de mostrarles hasta qué punto agradecemos su demostración de complicidad al otorgarnos este premio. Por si ustedes lo han pensado alguna vez, déjenme decirles en primer lugar que aguantar es una palabra que no está en nuestro vocabulario. De la misma manera que no es lo mismo tolerancia que indiferencia (de eso hablaremos luego), no es lo mismo aguantar que resistir. Les aseguro que si la expectativa fuera aguantar, ya nos hubiéramos ido de Euskadi. Precisemos pues que lo que hacemos los vascos constitucionalistas es resistir. Resistir supone estar activo, actuar, dar la cara, combatir a los intolerantes, desarmar sus estrategias, denunciar las complicidades del poder instituido. Ydefender el derecho de las víctimas a la memoria, la dignidad y la justicia. Resistir es, sobre todo, confiar en la victoria. Creer, como decía Camus, que los resistentes tienen la última palabra.

Vivimos en una sociedad mediática, en la que las verdades se acuñan a través del lenguaje; pero éste no es unívoco y las mismas palabras suelen terminar significando cosas distintas según quien las pronuncie o según sea el objetivo con el que se invocan. Como señaló Tomás y Valiente en un magnífico ensayo sobre la Tolerancia, "las palabras son a menudo como peces dentro del agua: se nos escapan de las manos cuando creemos haberles atrapado". Hasta el extremo de que no es raro observar cómo alguna de ellas, de tanto utilizarlas de forma torticera o para fines inapropiados, terminan pervirtiéndose y perdiendo su verdadero sentido. Así es cómo se construyen "falsas verdades", esa historia falsa que está siempre en el origen del totalitarismo y el odio entre semejantes.

Por no referirme a otros debates de actualidad nacional, -otra palabra sometida a todo tipo de interpretaciones-, podría poner decenas de ejemplos, decenas de trampas semánticas en las que hemos caído a lo largo de estos últimos años. Una muy común es hablar de los vascos- o de los catalanes-,cuando se quiere hablar de los nacionalistas vascos o catalanes. Pero otras simplificaciones resultan ser más peligrosas. Y en este caso no utilizo el término “peligroso” en el sentido figurado, sino en el más real que cabe hacerlo. La perversión del lenguaje, ha sido un instrumento utilizado históricamente para intentar manipular a las sociedades, para cambiar la realidad, para instituir una verdad que nada tenía que ver con la VERDAD. Se ha pervertido el lenguaje para pervertir la política. Y para justificar lo que de otro modo hubiera sido absolutamente rechazable.

Los nacionalistas vascos- aunque no son los únicos, son los que mejor conozco-, tanto los violentos como los institucionales, han sido unos magos en esa materia. Merced a su estrategia de comunicación, durante años -y aún hoy-, demócratas convencidos, periodistas y políticos, han calificado a ETA como una "organización independentista vasca". El uso mendaz del lenguaje, el no llamar a las cosas por su nombre, ha contribuido a "lavar" la imagen de los terroristas y a que aparezcan ante los ojos de espectadores lejanos como una organización política y no como una banda terrorista y totalitaria. Si ese mensaje subliminal ha calado es porque los terroristas han hablado siempre del "conflicto vasco" para justificar sus crímenes, y porque los nacionalistas institucionales, aunque condenan al menos de palabra los métodos de ETA, siempre declararon compartir sus ideas y abrazaron ese mismo término para justifican su insaciabilidad y su proyecto independentista y disgregador. "Superar el conflicto vasco" fue para Ibarretxe la disculpa para plantear una iniciativa -su famoso Plan-, que no tiene otro objetivo que institucionalizar la división de los vascos entre distintas categorías, con derechos también diferentes. Claro que en el lenguaje nacionalista y de algunos políticos memos, ese era "el precio de la paz..." Otra mentira más. Ese sería el precio de la indignidad; y la garantía del regreso del crimen.

Por eso, para seguir con los equívocos sobre el significado de las palabras, algunos apelan a la necesidad de “normalizarnos”. Normalizar la sociedad vasca ha llegado a ser una apelación tan extendida que nadie piensa en su verdadero significado. Normalizar, según el diccionario, es regular, ordenar, encauzar. Pero, ¿cómo se regula una sociedad democrática que ya tiene sus normas? Se suele decir que para aplicar bien una norma hay que conocer la intención del legislador. Vayamos pues a las fuentes. Para los nacionalistas "la normalización de la sociedad vasca" significa queasumamos sus postulados ideológicos quienes no somos nacionalistas y no estamos dispuestos por ello a renunciar a ser vascos. Por eso para mí, porque conozco el contexto, les digo que conozco el contexto, estar normalizado, en términos políticos, es lo contrario que ser normal; porque lo normal en una sociedad democrática es la pluralidad y no la homogeneidad. La sociedad vasca, como toda sociedad democrática,no quiere estar normalizada; lo que quiere es ser normal. La mayoría de los vascos no reivindicamos los derechos de un pueblo o una tribu pleistocénica, por muchas apelaciones históricas en las que se puedan envolver tales delirios. La mayoría de los vascos sabemos que lo que caracteriza, en pleno Siglo XXI, una sociedad moderna y democrática es el hecho de que en ella convivan ciudadanos con orígenes y sensibilidades diversas, tanto en el cultural como en el ideológico. Pero todos iguales en derechos. La mayoría de los vascos sabemos que eso es lo que significa formar parte de una sociedad normal.

Pero lo que hoy me preocupa, sobre manera, es que en esa misma trampa de pervertir el lenguaje hayan caído algunos de los que más han sufrido por ello. Cuando, por ejemplo, escucho hablar de “proceso de paz”, no puedo sino recodar que a lo largo de estos treinta años de lucha contra ETA nunca ningún demócrata salió a la calle bajo ese slogan. Solo los nacionalistas- y los terroristas-, recurrieron a esas pancartas. Los perseguidos, las víctimas, los constitucionalistas, siempre reivindicamos la libertad. Por eso cuando oigo hablar de “paz” pienso que se están llamando a las cosas por los nombres que no son, en acertada expresión de la matrona de los Pagaza. Salvo que- y esto sería mucho más grave-, hayan renunciado a conseguir la libertad, que es el objetivo por el que llevamos toda la vida luchando.

Lo mismo me ocurre cuando oigo hablar de “pactar con ETA” el fin de la violencia. El procedimiento suele condicionar los resultados. Y no es lo mismo derrotar al terrorismo que pactar con los terroristasun “final dialogado”.Por eso me pregunto si estamos asistiendo a una perversión del lenguaje o a una perversión de la política, si hemos caído en la trampa de los nacionalitas, de quienes siempre hablaron del “conflicto”, o estamos utilizando unas palabras, un lenguaje, que pudiera producir un efecto narcotizante en la sociedad. Naturalmente esto último sería lo más grave. Y lo más peligroso.

Porque, como decía antes, el lenguaje nacionalista lo ha impregnado todo, ha construido una gran mentira que es el caldo de cultivo de la intolerancia y del odio, que lleva a ciudadanos nacidos y educados en democracia, a asesinar a sus vecinos. Ellos, los nacionalistas, sí han tenido una estrategia de comunicación y un notable éxito. Nosotros, los constitucionalistas, por pereza o por incapacidad, no hemos dado una verdadera batalla ideológica y no hemos hecho la suficiente pedagogía democrática, con lo que hemos contribuido a que las mentiras del nacionalismo se asienten en la sociedad. Por eso me preocupa la asunción casi generalizada de su lenguaje; no vaya a ser que tras el lenguaje, asumamos también sus mentiras.

Antes de finalizar, no puedo por menos que hacer una breve reflexión sobre la palabra con la que se designa este galardón: la tolerancia. Esta es también una palabra que a lo largo de la historia ha tenido varios significados. Tolerancia puede significar magnanimidad, condescendencia. Y puede, en el peor de los casos, devenir incluso en indiferencia. Pero sé que no es el caso, que ustedes reconocen a través de este premio la actitud cívica y comprometida con los valores democráticos. Es verdad que en democracia hay menos espacio para la tolerancia, entendida ésta como concesión graciosa de quien se cree superior. Cuando la igualdad y la libertad se proclaman como derechos fundamentales -como lo hace nuestra Constitución del 78-, ya no cabe pedir tolerancia: se exige respeto. Pero sigue habiendo necesidad de reivindicar la justa acepción del término. Ser tolerante no significa, como decía antes, ser indiferente. Porque somos iguales en derechos, sí. Pero no todas las ideas son igualmente respetables. Hay quien, -como suele decir Fernando Savater-, no tiene ideas, sino sólo malas ideas. Por eso hay que recordar siempre que la tolerancia tiene límites. En democracia ese límite está en el Código Penal. Con su aplicación se combate a aquellas ideologías o aquellos proyectos políticos que para triunfar requieren de la aniquilación física o política de sus oponentes. Aplicar esos límites forma parte de la obligación de los poderes públicos. Y no hemos de tener ningún complejo al hacerlo.

Ser tolerante en Euskadi es militar contra los intolerantes, contra los que nos quieren "normalizar" para después "tolerar que sigamos viviendo allí". Ser tolerante en el País Vasco es revelarse contra el fanatismo. Ser tolerante es no callar, exigir respeto, vivir nuestro compromiso sin complejos, exigir que se cumplan las leyes. Ser tolerante es ser un resistente, una conciencia critica, un insumiso. Así lo veo yo. Es lo que Hanna Arendt llamaba actuar.

Para finalizar quiero explicarles por qué seguimos allí. Me parece pertinente hacerlo ya que creo que tiene mucho que ver con las razones por las que han decidido otorgarme este galardón. Hay una explicación política que sería aplicable a todos los que desde el País Vasco resisten frente al terrorismo y al nacionalismo etnicista: sabemos que no podemos consentir que quienes no nos han permitido aún disfrutar de los derechos que la Constitución reconoce a todos los ciudadanos españoles, nos ganen la batalla. Y si nos vamos, si nos echan, nos habrán ganado. Y el sufrimiento de tantos años, el dolor de las víctimas, el miedo superado cada día para seguir, no habrá servido para nada. Déjenme decirles una cosa: no nos quedamos sólo por nosotros. Es por la memoria de las víctimas y es también por el futuro. La derrota de los culpables y de los responsables políticos de tanta ignominia- ETA nos mata, el nacionalismo nos excluye-,es la única herencia que aspiramos a dejar a las nuevas generaciones.

Hay otra explicación que es personal. Yo me quedo también porque tengo hijos. Sé que si nos vamos, si cedemos, no habrá barrera que frene la implantación y la extensión del nacionalismo etnicista y del terrorismo nacionalista. Los fanáticos comprenderían que el terror y el chantaje dan resultados y nunca renunciarían a volverlo a utilizar. Y ETA volvería a matar, porque es su única forma de vivir. No quiero que mi historia se repita en mis hijos.

Les expliqué las circunstancias que llevaron a mis padres a establecerse allí. Llegaron al País Vasco sin haberlo elegido. Pero sí que eligieron quedarse. Y en aquella tierra, que es la nuestra, María y Heraclio, formaron una familia. Una dictadura les llevó allí. Otra dictadura no nos va a expulsar de nuestra tierra. Es mi país. Me gustan sus bosques, su mar brava, sus pueblos blancos y rojos... Me gusta mi gente. Allí echamos raíces y allí las queremos mantener. En esa tierra vasca, que no es ni la peor ni la mejor del mundo, que es como los demás territorios de España, con sus virtudes y sus defectos. En una tierra, en fin, que es también la nuestra. Tenemos derecho a estar allí, a seguir viviendo en nuestra casa. Y allí nos quedaremos.

Les dije antes que formo parte de una generación que nunca ha vivido en libertad. Veinticinco años bajo la dictadura franquista, veintiocho años bajo el totalitarismo nacionalistas. En suma, 54 años viviendo en un país sin libertad, en un país de paradoja. Porque eso es Euskadi: Un país en el que defendemos la Constitución los que nunca hemos disfrutado de los derechos que en ella se nos reconocen. El único lugar del mundo, que yo conozca, en el que conviven terrorismo y democracia. El único lugar en el que habiendo terrorismo, sólo la oposición necesita llevar escolta. Estos son los verdaderos hechos diferenciales del País Vasco. Esos son los hechos que nos impiden ser una sociedad normal. Pero allí seguiremos hasta conseguirlo. Somos ya demasiado mayores como para cambiar el paso. Y hemos aprendido a ser pacientes. La paciencia es una virtud que mi padre me enseñó a practicar. El decía que si uno creía de verdad en algo, si la causa merecía la pena, había que pelear hasta el final, había que permanecer fiel a lo que consideráramos verdadero y no rendirse jamás. Nosotros sabemos que esta causa merece la pena. Nos mueve la indignación moral ante la injusticia. Nos mueve la memoria de las víctimas. Nos mueve la ambición de un futuro en libertad.

Quizá se pregunten por qué les explico estas cosas. Es para decirles, una vez más, que les necesitamos. Que aunque sabemos que no estamos solos, de vez en cuando necesitamos recordar que somos mayoría. Por eso les doy encarecidamente las gracias. Porque días y actos como el de hoy nos permiten confirmar que con nosotros está la mejor gente de toda España. Y que en esta lucha por la Libertad, que aún no ha terminado, estaremos siempre juntos.

Muchas, muchísimas gracias.

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Crónica del acto para la página de inn, por Antonio Roig,

Rosa Díez recibió ayer el duodécimo premio a la Tolerancia, otorgado por la Asociación que lleva ese mismo nombre, en una emocionante ceremonia a la que asistió inn. Abrió la sesión José Domingo, vicepresidente de la Asociación, quien hizo girar su discurso en torno al análisis crítico de los tres logros que –a juicio del casi ex-presidente Maragall–ha supuesto el estatuto recientemente sometido a referéndum. Negó que fuera bueno para el socialismo, que lo fuera para la democracia y, también, que tuviera efectos positivos para la Cataluña de los ciudadanos.

Francesc de Carreras expresó su admiración y respeto por los “resistentes” vascos e hizo notar el peso y el protagonismo de las mujeres en el mismo. Glosó las virtudes de Rosa Díez y las razones por las que el jurado le había otorgado el premio para concluir con una reflexión sobre el sentido de la palabra tolerancia, unida por su origen a la idea de que hay ciertos asuntos sentimentales (la religión, tal vez la nación) en los que el Estado no debe intervenir.

Marita Rodríguez enfatizó los méritos de Rosa. Subrayó su “entusiasmo, tesón, capacidad argumentativa y valentía”, su honestidad intelectual,sus “convicciones profundas basadas en el análisis, en la razón y en la experiencia”. Recordó, a un auditorio entregado, diversas citas de los artículos y las intervenciones públicas de Rosa en los que podía apreciarse su perspicacia en la percepción del futuro y una fidelidad incorruptible a sus propios principios. Hizo referencia a los muchos años que lleva “dando ejemplo de dignidad, de coherencia y de sacrificio personal” y concluyó con un vítor a la “Rosa de España... de la España Constitucional”.

Rosa Díez ya había sido recibida con un prolongado aplauso a su llegada y había sido rodeada de inmediato por un tropel de admiradores que la asediaron tratando de arrancarle un nuevo compromiso político, un paso adelante –más– que pudiese constituir un atisbo de esperanza de cambio en la dinámica del actual socialismo. Cuando subió a la tarima a recibir su premio, el salón estalló en una ovación en la que hervía una mezcla de entusiasmo, de cariño, de respeto y de admiración. Su discurso fue interrumpido constantemente en sus primeros compases hasta que, con cierta sorna, dijo que con ese ritmo no íbamos a salir de allí en toda la noche.

En un tono vibrante, seguro, con un dominio absoluto de la escena que contrasta violentamente con su pequeña estatura y su aparente fragilidad, Rosa cautivó al los asistentes desde la primera frase. Expresó su simpatía y su solidaridad con los “resistentes” catalanes que se encontraban en la sala. Saludó a todos los presentes como sus amigos, incluidos aquellos que pudieran estar afiliados al PP, a quienes también quiso considerar amigos, “porque mis enemigos sólo están en ETA”.

Habló críticamente del Estatuto de cuya campaña dijo que sería recordada por dos hitos: el de la violencia de la intolerancia y el de la abstención, “el divorcio definitivo entre los políticos y los ciudadanos”.

A continuación, en términos de biografía personal y generacional, desgranó los argumentos de los constitucionalistas vascos. Dijo que “sabemos a dónde conduce el silencio de los cobardes, al tiro en la nuca”. Se refirió al nacionalismo como cómplice u oportunista en el fenómeno del terrorismo y se centró en la descripción de la resistencia de esa generación de vascos, a la que pertenece, que desde el franquismo al nacionalismo, “nunca han vivido en libertad”. Su objetivo no es aguantar, no son ni mártires, ni héroes, ni siquiera especialmente valientes, simplemente están resueltos a “resistir hasta vencer”.

Describió la perversión del lenguaje en la que el nacionalismo ha tenido la habilidad de deseducarnos. Tomó el ejemplo de la “normalización” (que provocó casi un rugido en la sala) para afirmar que “lo normal en una sociedad democrática es la pluralidad y no la homogeneidad”, una sociedad en la que “seamos diversos en todo, pero iguales en derechos”.

Nos hizo notar cómo en los últimos 30 años los únicos que se han manifestado por la paz han sido los nacionalistas y sus cómplices terroristas. Por el contrario, la reivindicación constante de los “resistentes” ha sido la libertad. “La paz –dijo– no vale nada sin libertad”.

Se preguntó si la fórmula “proceso de paz” era una perversión más del lenguaje, simplemente una memez o una auténtica perversión política. Si, tal vez, no tiene la pretensión de disfrazar la realidad para narcotizar la rebeldía social. “Sería terrible –continuó– que ahora que hemos adquirido la conciencia de que a ETA, no sólo se la debe derrotar, sino que se la puede derrotar, ahora precisamente se le viniera a dar nuevas fuerzas con el narcótico del proceso de paz”.

Por último se refirió a la polisemia del término tolerancia, uno de cuyos significados es indiferencia. Dijo que, en un país democrático en el que la Constitución proclama la igualdad y la libertad, no cabe pedir tolerancia, sino respeto. “En Euskadi, ser tolerante es militar con los intolerantes”. Lo que hace verdadera falta es conciencia crítica, insumisión. “Ser tolerante es ser un resistente, una conciencia critica, un insumiso. Así lo veo yo. Es lo que Hanna Arendt llamaba actuar”.

Desgranó las razones por las que seguía en el País Vasco y concluyó solicitando, en nombre de esa generación que ha vivido siempre sin libertad, el apoyo continuado de las organizaciones cívicas del resto de España. “Les necesitamos. Aunque sabemos que no estamos solos, de vez en cuando necesitamos recordar que somos mayoría. En esta lucha por la Libertad, que aún no ha terminado, estaremos siempre juntos.”

Este cronista pudo ver gente emocionada, no era la simple respuesta ante un mensaje conocido, por lo demás conocido. Era el reconocimiento hacia eso que cada vez echamos más en falta en la vida pública de este país: honestidad intelectual, compromiso personal, sinceridad. El éxito popular de Rosa Díez prueba que las virtudes “venden” políticamente. Su fuerza, ante la que ha sucumbido hasta ahora la maquinaria deglutidora del partido, es la constancia de hay otra forma de hacer política.

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