Una reserva antifascista

12 - 04 - 2023 / MARTIN ALONSO ZARZA, F. JAVIER MERINO PACHECO y JOSU UGARTE GASTAMINZA - EL CORREO

Una reserva antifascista

El grupo mayoritario De EH Bildu apoyó al nacionalismo supremacista y criminal. Sus palabras ahora mezclan perversidad, cinismo y negacionismo

Sabemos que la realidad pasa por el filtro del lenguaje. Y también que, si a veces las palabras sirven para afianzar la racionalidad y enriquecer la deliberación, otras deforman la realidad hasta hacerla irreconocible. La reciente moción de censura presentada en el Congreso de los Diputados por Vox proporcionó ejemplos de la distorsión que introduce la adhesión incondicional a unas siglas o. simplemente, una instrumentalización aplicada de forma ventajista. Si, como se hizo en el discurso de Ramón Tamames, se caracteriza el sistema político español como una autocracia, se legitima implícitamente cualquier oposición a él, incluida la de no respetar las normas que del mismo emanen.

Tales empeños, muy extendidos cuando se pone en entredicho la primacía de la verdad, no son patrimonio de ningún sector ideológico. EH Bildu brindó una ilustración cabal del maltrato del lenguaje precisamente aprovechando la percha de la moción de censura citada. En tal ocasión, su portavoz en el Congreso de los Diputados sostuvo que «Euskal Herria es un país antifascista, con una sociedad con profundos valores democráticos, por eso la ultraderecha es inexistente en nuestro país». Casi dos siglos después de la I Guerra Carlista, Mertxe Aizpurua proclama que, a diferencia de los demás territorios españoles, la reserva vasca ha conseguido preservar la limpieza ideológica de su paisaje. Convendrá acaso recordar algunas escenas en las que tanta responsabilidad han tenido los actores a los que representa la portavoz nacionalista.

Baste aquí una enumeración impresionista de ellas: señalamiento letal en las dianas, en medios como 'Egin', 'Zutabe' o afines; reventadores de las concentraciones (las de Gesto por la Paz, Foro de Ermua...); 'kale borroka'; esquelas con los nombres de sus hijos en las cartas a los amenazados; vísceras en los buzones; calavera en el despacho de Antonio Beristain; pintadas en la puerta de casa; personas escoltadas; cartas de extorsión: quema de libros y amenazas a libreros e intelectuales: cartas con copia de la llave de casa; llamadas amenazadoras; profanación de tumbas y vandalización de monumentos en memoria de los asesinados; el aspecto de Ortega Lara al salir del zulo o la hierba en el estómago de Javier de Ybarra...

Unos cuantos nombres de lugares: Hipercor, Vic, plaza de la República Dominicana, Echarri Aranaz. O unos nombres de personas: Miguel Ángel Blanco (con su contramanifestación). Luis Abaitua, 'Yoyes', Isaías Carrasco (y los 8 segundos que duró su minuto de silencio en San Mamés), Antonio y Hortensia (y los 27 minutos que sonó desamparado su claxon) ... O las huellas en el propio lenguaje: «socialización del sufrimiento»; «algo habrá hecho»; «Lacalle, jódete»; «ETA, mátalos» (por cierto, ¿alguien ha visto un «GAL, mátalos», un «GAL, herria zurekin!», o mensajes y homenajes similares dirigidos a los perpetradores del 11-M?); «Ordóñez, devuelve la bala»; «los asesinos llevan lazo azul»; «Ortega, vuelve a la cárcel»; «Garzón, pim, pam pum»... Y así hasta la náusea, ¿antifascista?

Juan José Ibarretxe no vivía en el mundo de José Ramón Recalde, vivo de milagro. cuando sentenciaba: «Aquí se vive bien». Mertxe Aizpurua parece no haber vivido en el país que describe Andoni Unzalu: «En Euskadi hemos tenido personas que asesinaban al que pensaba diferente, hemos tenido personas, y no pocas, que aplaudían el asesinato político, hemos tenido personas que justificaban el terror, y otro montón que cerró los ojos al dolor ajeno».

Aizpurua y el grupo mayoritario de la coalición EH Bildu han formado parte y son los continuadores acreditados de un movimiento cuyas prácticas entroncan con lo más característico de los fascismos clásicos, aquellos que surgieron hace ahora un siglo para llevar a la Humanidad a cotas abominables de inhumanidad. Mertxe Aizpurua confunde los términos. Ella pertenece a quienes apoyaron al nacionalismo supremacista y criminal; la ciudadanía vasca respondió con una rara mezcla de miedo, rechazo, apoyo, hastío y resistencia. Su declaración es un cóctel de impostura, perversidad, cinismo, arrogancia y negacionismo.

ETA ha muerto, pero sus víctimas, las más afortunadas, siguen existiendo o sobreviviendo. ¿Serán esas víctimas la consecuencia de la exigente observancia de «los valores democráticos» de «nuestro país», o más bien de la amenaza contra los valores democráticos? A mediados de los 80 un periodista pidió a Julio Caro Baroja un remedio para acabar con el terrorismo vasco. Sugirió enviar trenes llenos de psiquiatras. Hoy recomendaría un diccionario político solvente y un espejo libre de azogue mitológico. En la reserva mental de Aizpurua y correligionarios está pendiente la tarea fundamental, el momento de verdad de la gran pregunta: «¿Cómo pudo ocurrimos?», «¿Cómo pudimos hacerlo?». Sin hacerse trampas en el diccionario, porque, como escribe Primo Levi al amparo de 'LTI. La lengua del Tercer Reich', de Klemperer, «donde se violenta al hombre se violenta también al lenguaje». Sabía de qué hablaba; una lectura obligada para la alfabetización del antifascismo.

MARTIN ALONSO ZARZA, F. JAVIER MERINO PACHECO y JOSU UGARTE GASTAMINZA - EL CORREO (SUSCRIPTORES)


AT: En refuerzo de estas acertadas reflexiones

Recientemente, EH Bildu publicaba este tuit:

No podemos dejar de pensar en cuál puede ser la reacción de las víctimas ante tamaña demostración de desprecio a su condición y de engaño al sistema democrático que les acogió con la condición de su arrepentimiento. 

Por ello, le hemos añadido una frase a la declaración y hemos cambiado el escenario pero el que realmente correspondería a las palabras de Otegi:

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