El árbol de mi patio (segundo trabajo concursante seleccionado, 2019)

23 - 02 - 2019 / Redacción Tolerancia

El árbol de mi patio

(Escritora de sueños, seudónimo)

Era agosto. El agosto más caluroso que jamás habíamos vivido los habitantes de la Tierra del Norte. Los ríos se estaban secando, no se podía cosechar nada y todo el ganado se estaba muriendo a causa del horrible calor. Las reservas de agua y comida se estaban agotando. Nuestros soldados morían y ya no quedaba gente para luchar. Tan solo quedaban ancianos enfermos para los que no había medicamentos, niños indefensos y madres preocupadas. La guerra estaba arrasando con todo. El territorio que hacía frontera con la Tierra Enemiga estaba en las mismas condiciones que nosotros. Nos estábamos muriendo y pronto los malvados (así era como yo llamaba al bando enemigo) conquistarían nuestra tierra. Necesitábamos toda la ayuda posible.

Yo vivía con madre en una pequeña pero acogedora casa. No tenía muchos sitios donde ir en esos momentos. El único sitio donde me sentía a gusto y podía pensar con tranquilidad era en el pequeño patio de mi casa, sentada debajo del único árbol. Era un privilegio tener un árbol del que poder disfrutar ya que, en esas condiciones, apenas quedaban algunos vivos.

También me gustaba ir al pueblo y escuchar las historias de los más mayores. Decían que los que vivían en la Tierra del Sur tenían muchas reservas de agua y comida. Eso significaba que también tenían más gente para luchar contra los malvados. Pensé que deberíamos pedirles ayuda. Podrían traer alimentos y soldados. Pero no fui la única que pensó en eso. Nuestro líder envió a un mensajero a la Tierra del Sur con una carta que pedía el auxilio de las personas de allí. Recibirían el mensaje en un par de días.

La gente de aquí solo hablaba de la carta y de la Tierra del Sur. Los más ancianos decían que hace muchos años la Tierra del Norte y la del Sur, junto otras tierras, eran una sola Tierra. A esa unión la llamaban "país" y estaba divido en "comunidades autónomas". Todas ellas se ayudaban entre sí y vivían en paz. Tenían sus pequeños conflictos pero. al final, siempre los solucionaban.

Sería maravilloso vivir en paz. Yo nunca he vivido en paz. Cuando nací, hace 15 años, la guerra ya había empezado. Siempre he vivido entre lucha, hambre y pobreza. Deseaba con todas mis fuerzas vivir en un lugar donde todos se ayudaran, no hubiera escasez de alimentos y todos los enfermos e indefensos recibieran lo que necesitaban. Deseaba con todas mis fuerzas vivir en aquel lugar llamado "país" donde todos se ayudaban entre sí. Un lugar con solidaridad.

Al día siguiente de enviar el mensaje a la Tierra del Sur nos llegó otro mensaje de los malvados. En breve volverían a atacarnos y no nos podíamos defender. Apenas quedaban soldados en pie. Si no venían los refuerzos pronto, estábamos acabados.

Por suerte, los del Sur llegaron antes que los malvados. Trajeron alimentos y medicina para los enfermos. También llegaron alrededor de mil soldados. Toda la gente estaba emocionada, era un día de fiesta en el pueblo y por fin podía haber esperanza. Algunas personas dejaron que los soldados se alojaran en sus casas. Mi madre pensó que sería una buena forma de ayudar y acogió a dos en nuestra casa.

Uno parecía mayor que el otro por el pelo canoso, pero aún se le veía con la suficiente fuerza para ir a la guerra. Eso esperaba, al menos. El joven apenas tenía unos años más que yo. Seguramente sería la primera vez que luchaba. Era educado y agradable conmigo.

Como cada noche, salí al patio de casa a mirar las estrellas y pensar. Me sorprendí al ver que alguien se me había adelantado. Jonás, el joven soldado, reposaba en el único árbol del patio mirando la noche oscura. Me acerqué y le pregunté: - “¿Las estrellas también te ayudan a dormir?”

- “Sí, -respondió, exaltado al verme-, creo que es lo único que me ayuda un poco a dormir. Teniendo en cuenta que en unos días estaré luchando.

A partir de ese día, todas las noches salíamos al patio a hablar de nuestros sueños, preocupaciones y esperanzas. Sueños de poder viajar algún día y ver el mundo. Preocupaciones de que esta guerra no acabara nunca aunque a mí me preocupaba más que él pudiese morir. Y esperanzas de ganar la guerra y en algún futuro vivir en paz.

Ya quedaba poco para que los malvados viniesen, pero teníamos un plan de defensa. Unos cuantos soldados atacarían por las montañas y mantendrían al enemigo ocupado. El resto viajaría en barco y entraría por la costa, cosa que nunca podía imaginar. Jonás iría en el segundo grupo. Pronto tendría que partir y a mí me daba mucho miedo.

A la semana de que los soldados de la Tierra de Sur llegaran, los barcos zarparon hacia territorio enemigo. Aquí, todos rezábamos para que los soldados pudieran vencer. En el pueblo se respiraba un ambiente muy tenso y lleno de preocupación.

Los soldados ya habían atacado por las montañas y muchos de ellos habían caído. Aún nos quedaba otra oportunidad, pero si no llegaban a tiempo los malvados avanzarían y acabarían con todo y con todos. Pero eso nunca pasó. El efecto sorpresa de atacar por la costa funcionó muy bien. Los malvados no nos vencieron. Nosotros juntos les vencimos a ellos. La solidaridad de la Tierra del Sur nos permitió derrotarles. Y no solo ellos. La Tierra del Este y la del Oeste también nos ayudaron con comida, agua, medicamentos, y médicos.

Los líderes de las diferentes Tierras vieron que era mucho mejor y más productivo si estaban todos unidos. Así que unieron fuerzas y crearon una nueva tierra llamada país. Un país unido, España.

Todo hubiese sido perfecto si no fuera por el hecho de que Jonás nunca volvió. Mi mayor temor, mucho más grande que perder la guerra, se hizo realidad. Hemos echado fuera para siempre a los malvados, ganado la guerra y somos un país unido. Pero aún sigo esperando a que él vuelva. Lo espero cada noche en el árbol que ha sido testigo de lo nuestro, el único árbol de mi patio.