Parlamento de Fernando Savater (transcripción)
Parlamento de Fernando Savater (transcripción)
Buenas noches. Yo soy el abuelo al que antes hacía referencia Carlos. Aquí estoy.
Para mí es una gran alegría volver a estar aquí con los amigos de la Asociación por la Tolerancia, que es una de esas instituciones cívicas, no públicas, ni oficiales, sino salida de la gente que quiere defender lo obvio, no cosas excepcionales, sino lo obvio, lo que es la civilización democrática en toda Europa. Estamos defendiendo la civilización democrática que aquí se está viendo conculcada todos los días. Yo no sé lo que hará Meloni o cualquiera que sea que haga algo. Lo que sí sé es que aquí, antes de eso, se está produciendo una manifestación de fascismo y de totalitarismo. Aquí. No hay que buscar Melonis, ni cosas de esas, no.
Y la Asociación se llama por la Tolerancia, pero la tolerancia empieza por no tolerar lo intolerable. La tolerancia ES no tolerar lo intolerable. Nada de eso de que todos vamos a…, nada de eso. La tolerancia es ser amplio, efectivamente, en las cosas en que todos somos plurales. Seguir aquel precepto que daban los medievales, que decían: en lo necesario, unidad, en lo no necesario, diversidad, y, siempre, caridad. Efectivamente, esa norma de los escolásticos se puede aplicar. Pero hay cosas en las que la intransigencia debe formar parte de la tolerancia. No se puede transigir con lo que es merma de derechos, con la burla de los derechos de los ciudadanos.
Y, realmente, los que hemos sido universitarios, y hemos vivido toda la vida en la Universidad – ¡y hemos sido jóvenes contestatarios en la Universidad! (hace ya muchos años) – francamente, yo veo con emoción – sinceramente os lo digo – que sentía emoción, cuando los amigos de S’Ha Acabat! me llamaron para estar con ellos. Me recordabais aquellos tiempos en que nosotros nos habíamos enfrentado a la dictadura, cuando la Universidad era un espacio político. No tiene porqué serlo, a mí me parece mucho mejor que la Universidad se dedique a tareas universitarias, a la enseñanza, a la investigación, etc. Pero, en una época en que nos enfrentábamos al franquismo, la Universidad era un espacio político y ahí luchábamos por nuestras reivindicaciones porque estábamos en una situación totalitaria.
Y aquí, ahora, se lucha también por reivindicaciones, porque se está imponiendo un totalitarismo, más o menos blanco, más o menos tornasolado, pero se está imponiendo un totalitarismo. Con los matones no se puede hacer más que resistencia (la idea esa de que, cuando hay matones: Bueno, no les provoquemos…). Me acuerdo de una de mis “aventuras”, aquí en la Universidad de Barcelona, en la Central. Mi amigo Noccio Ordine, profesor italiano, autor de La utilidad de lo inútil y otras muchas cosas, había hecho una estupenda edición de las obras de Giordano Bruno. Una joya, bilingüe, con aparato bibliográfico, etc. Se empeñó en que la presentara yo. Yo ya le dije que no era el más indicado, pero se empeñó y empeñó… y tiramos para adelante. Llegamos a la sala en que se iba a hacer la presentación; presidiría el Sr. Rector. La puerta estaba cerrada, porque habían echado sustancias bloqueantes en la cerradura, y había un grupo que no querían dejarnos entrar, que nos amenazaban, etc. Yo entré a bofetadas, siento decirlo así de claro, pero a mí no se me cierra el paso. Mientras pueda, yo entro como sea. Y entré, con los tres escoltas detrás repartiendo leña también. Ya os podéis imaginar la que se montó (yo también llevaba encima algún porrazo). Llegamos a la mesa: griterío, insultos… Yo entonces tenía buena voz y también grité un poco. Los de la mesa me dijeron: ¡No les provoque! Pero ¡si ya venían provocados de casa! Les juro que yo no les he llamado por teléfono para que vinieran. El pobre Nuccio Ordine no entendía nada. Se decía: ¡pero qué odio hay en Barcelona contra Giordano Bruno!
Bueno, eso es absolutamente increíble que ocurra en una gran capital europea y en una universidad importante, ¡y, supuestamente, en democracia! Y que las autoridades que tienen que impedir esas derivas totalitarias sean precisamente las que las impulsan, sean las que las elogian.
Por eso, la lucha que lleváis a cabo los amigos de S’ha Acabat! para mí es extraordinaria. Es de lo poco que hay esperanzador en este país, en una época en que la mayoría de la gente espera que esto el tiempo lo resuelva: esto, con el tiempo…, esto con el tiempo… Yo les puedo asegurar que el tiempo resuelve tan pocas cosas como el espacio. Decir que el tiempo lo va a resolver es como decir que el espacio lo va a resolver. Ni el tiempo ni el espacio resuelven nada. Son las personas las que resuelven las cosas y ello es a costa de comprometerse. De comprometerse no en plan guerrero medieval, sino mostrando la cara que hay que mostrar ante el tipo de provocación que hay. Si alguien discute con nosotros, hay que discutir con él, si alguien nos insulta, hay que buscar la forma de que el insulto recaiga sobre él, y si alguien se empeña en pegarte, ¡pues defiéndete! Eso es imprescindible, hay que decirle a la gente que nos quiere atemorizar, que no atemorice y que ya se acabó el tiempo en que la gente se atemorizaba por esas cosas.
Y esa es una tarea que corresponde a los jóvenes. Algunos, aunque nos creamos que somos algo, ya no somos más que jarrones chinos. Pero lo jóvenes sí. Y además los jóvenes están defendiendo la materia de la que están hechos sus sueños y eso es el futuro el que lo tiene que verificar y realizar. Pero eso no se va a regalar, no lo va a regalar nadie. Y, desde luego, el tiempo tampoco lo va a realizar.
Por eso, agradezco mucho estar aquí de nuevo – me parece que fue ayer, pero han pasado muchos años – con los amigos de la Asociación por la Tolerancia, cuya firmeza, perseverancia y limpieza de miras hacen que sea un placer estar con vosotros y con los amigos de S’ha Acabat! con quienes compartimos alegrías en la Universidad. La verdad es que ya me cuesta un poco viajar, me da un poco de pereza, pero cuando me dijeron que era para los amigos de S’ha Acabat! entonces dije que sí enseguida. Y me alegro muchísimo de ser yo quien os da el premio, siempre que el premio quiera decir que es para continuar, no para celebrarlo y acabar.
¡Buenas noches!