De la ceguera voluntaria
Sin entrar en tecnicismos, admitirá el más ciego sanchista esto: si el constituyente hubiera querido que el TC funcionara como tribunal supremo (por encima del que lleva este nombre), no lo habría colocado fuera del Poder Judicial ni le habría dedicado un título propio en la Constitución. Con el aval de la mejor doctrina jurídica europea, el sentido de un órgano semejante es garantizar la preeminencia de la Constitución, salvaguardarla, interpretarla para la posteridad, impedir los abusos del poder sobre derechos y libertades. Podríamos resumirlo así: asegurarse de la que Constitución sigue siendo cúspide del ordenamiento jurídico, y de que lo seguirá siendo por mucho que cualquier poder intente saltársela, ignorarla o tergiversarla
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