La lógica del silencio

15 - 09 - 2022 / FÉLIX OVEJERO - EL MUNDO (PREMIUM)

La lógica del silencio

El domingo muchos españoles nos manifestaremos en Barcelona para que el español también sea lengua vehicular en una parte de España en donde el español es la lengua común y mayoritaria. Nos manifestaremos para que se cumpla la ley.

Un marciano provisto de una psicología moral elemental, al leer las dos afirmaciones anteriores, podría pensar que he perdido el juicio. Y si el lunes la asistencia ha sido escasa, pensará "normal, nadie se manifiesta por lo que está fuera de disputa moral o legal; sería como manifestarse en contra de la esclavitud o, si me apuran, en favor de la ley de la gravitación".

Y, ciertamente, muchos catalanes no asistirán a la manifestación. No por las razones del marciano. Conocen bastante bien su trastornada situación como para saber que no son ellos los trastornados. Tampoco dejarán de asistir por desacuerdo con la convocatoria. Hasta donde disponemos de datos, los catalanes preferimos la enseñanza bilingüe. Por eso, la Generalitat, que no lo ignora, dejó de preguntar.

Los problemas para asistir no están relacionados con los costes de participar. Es un domingo, a la hora del paseo, y allí nadie pide la documentación a los asistentes. Si acaso, estos se sorprenderán al encontrar conocidos que, en la puerta del colegio o en los chats de padres, nunca abren la boca sobre estos asuntos. A diferencia de los nacionalistas, ellos callan. Conocen el precio que tendrían que pagar sus criaturas. Hay experiencia suficiente.

Ese es el verdadero problema: cómo hacer que las opiniones privadas se hagan públicas. Muchos ni siquiera saben que hay una manifestación. No es fácil que se enteren. Esa es la perversidad: el lugar natural de información, las asociaciones de padres, opera para evitar la información.

Por así decir, en esta lucha por lo evidente se invierte la lógica común de la acción colectiva, la que permitió a los trabajadores conquistar sus derechos. Para estos, el lugar de trabajo era un ecosistema propicio para coordinarse, para compartir problemas. En el caso de los padres, el mayor problema es que los colegios no permiten la coordinación. Al revés, la complican: los comisarios políticos, tan abundantes en el gremio docente, imponen la ley del silencio. Nadie se atreve a repartir un anuncio de la manifestación en la puerta de su colegio. De la manifestación, no lo olviden, para que se cumpla la ley.

En otros tiempos, ante problemas parecidos, los trabajadores, según el principio de los unos por los otros, repartían las octavillas en todas las fábricas menos en la propia. Sí, ya sé que suena antiguo. Pero es que estoy hablando de Cataluña. Qué va a entender el marciano.

Vengan, amigos. Nos veremos allí, seguro...