Los círculos del mal

17 - 05 - 2022 / MAITE PAGAZAURTUNDUA - EL MUNDO (PREMIUM)

La memoria de las víctimas, editado por la FVT, recopila testimonios publicados en su revista a lo largo de 20 años. Cada historia es un ejemplo de dignidad en estos tiempos de oportunismo político


Los círculos del mal

La revista de la Fundación de Víctimas del Terrorismo (FVT) ha venido publicando, durante veinte años, el testimonio de personas que contaban, muchas veces por primera vez, cómo el terrorismo rompió sus vidas y la de sus familias. Veinte años después, ha seleccionado una parte de esos testimonios atesorados y los ha reunido en un libro que es un monumento a la decencia.

En La memoria de las víctimas cada historia, única, es un ejemplo de dignidad, en estos tiempos de concordia oportunista con el entorno social y político de los asesinos y chivatos. En muchas de las entrevistas se relata el calvario de la impunidad, cimentada sobre prescripciones que se han acumulado como si fueran un fenómeno meteorológico, contra el que no cabía luchar, o sobre sumarios que no llegaron a su destino. Se llegó tarde a la eliminación de la tarifa plana para los asesinos múltiples. Se llegó tarde a la aprobación de la imprescriptibilidad de los delitos de terrorismo con resultado de muerte. Se llegó tarde a reconocer la estructura etarra de los abogados. Estamos abriendo los ojos a que el terrorismo de ETA no fue sólo un terrorismo convencional, sino una maquinaria de dominación ideológica y social que expulsó a decenas de miles de ciudadanos, que dificultó extraordinariamente el ejercicio del pluralismo político y que conjuraba a decenas de miles de chivatos de los asesinos y acosadores. Lesa humanidad y responsabilidad de los líderes políticos y de los jefes de la organización terrorista. Llegaron tarde muchas decisiones porque cada Gobierno fantaseaba con soluciones mágicas negociadas, incentivando más que desincentivando los atentados en la lógica del trueque de cese de la violencia por prebendas o impunidad.

La Fundación, con este libro, presenta las palabras que visibilizan las capas concéntricas del dolor y de la injusticia. En estos días de sonrisas regocijadas de la izquierda con sus hijos pródigos, expresémoslo: los deseos políticos de los acosadores y asesinos fueron más importantes que nuestras vidas para amplias capas de la sociedad. Y sin denunciar el pasado son aceptados en sociedad.

No hubo, no había, azar en la construcción de la industria del terror, sólo hace falta asomarse a los camiones de documentación con las actas de las decenas de miles de reuniones que eran necesarias para mantener la estructura del control social, perfectamente organizadas, perfectamente jerarquizadas, para obtener el silencio, el adoctrinamiento, o la espiral de radicalización violenta.

Durante cincuenta años envenenaron lo suficiente las conciencias como para destilar el conjunto de asesinos necesarios para la causa. Y ahora los herederos políticos del tinglado trabajan para los presos de ETA, pero sobre todo para limpiarse todos ellos la conciencia y ganar su imagen muy blanqueada para el futuro.

Enrique Bonete escribió sobre la maldad, asegurando que en algunos casos es toda una práctica de autoglorificación que va extendiéndose, como una pegajosa mancha que todo lo corroe, a gran parte de las esferas de una sociedad y un Estado. Yo pienso en sus palabras cuando veo fotos de la portavoz de EH Bildu en el Parlamento español.

Bonete explica la necesidad de la denuncia del mal personal y social, por el daño, dolor e injusticia que produce, así como la defensa de la dignidad de cada persona como uno de los mejores escudos teóricos y prácticos que puede resguardarnos de los diversos tipos de males infiltrados en las sociedades democráticas.

Leer esas palabras funciona como defensa en estos tiempos en que se admira a los políticos que no han deslegitimado esa estrategia para sentirse víctimas mientras mataban a niñas y abuelos.

Para borrar la crueldad planificada necesitan poder político. Lo necesitan para banalizar la dignidad de los inocentes y para crear una nueva dignidad de los asesinos y sus lobistas, no arrepentidos de la violencia política.

Yo agradezco a la FVT que no pierda la capacidad de señalar la banalidad de la crueldad pasada, a través del espejo de las palabras de aquellos a los que les arrebataron todo.

El mal radical es causarlo, buscarlo y después, disimularlo mientras se sigue sacando beneficio de la maquinaria perfectamente jerarquizada del autoritarismo industrial del pasado. Es sofisticado, si bien se piensa. Por eso sonríen. Por eso hace falta leer este libro.

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