Películas para un terrorismo que nunca existió

15 - 09 - 2022 / IÑAKI ARTETA ORBEA - EL MUNDO (SUPLEMENTO ?LA LECTURA?)

Películas para un terrorismo que nunca existió

En el arranque del Festival de San Sebastián el cineasta Iñaki Arteta analiza la relación del histórico certamen con el mundo 'abertzale'

El Festival no ha sido más pusilánime con el terrorismo que el resto de la sociedad vasca

Hasta este año no existían en el cine colectivos como Gesto por la Paz, que fueron esperanza de los no nacionalistas

 

Un festival de cine tiene una estructura participativa en la que la responsabilidad de la elección de las películas recae, básicamente, en el comité de selección. También, claro está, en el director y en su reducido grupo de asesores, que disertan la orientación general del certamen y en particular de cada edición. Se trata de un proceso abierto, en el que además de la calidad cinematográfica influyen las nuevas tendencias del cine, los autores de moda, así como las situaciones políticas o sociales globales y, como no, las nacionales y, por supuesto, en el caso de una sociedad tan ajetreada históricamente como la vasca, el estado de las cosas en cada momento.

No tengo la impresión de que el Festival de San Sebastián haya sido más pusilánime con el terrorismo de ETA que la generalidad de la sociedad vasca. Pensemos que, en los tiempos del terrorismo, cualquier cosa terrible podía ocurrir durante la semana de proyecciones, así que supongo que los responsables rezarían en secreto para no tener que posicionarse ante un repentino atentado terrorista que, como era bien sabido, sería aplaudido por no pocos vecinos de la ciudad. Y, quizás, como a tantas otras entidades con proyección internacional, les preocuparía, más que nada, la mala imagen que se podría transmitir al exterior si las calles se ensuciaban de sangre.

Naturalmente, en sus 70 años de vida, el festival ha cambiado tanto como las calles de la ciudad, las preocupaciones de sus ciudadanos o el miedo al terrorismo local. El evento ha contemplado todos los vaivenes inimaginados de la historia de nuestro país (de Franco a Sánchez, del franquismo al nacionalismo), de la tecnología (del blanco y negro al HD) hasta la distopía (los que mataron durante 50 años hoy ostentan poder institucional). Y del rojo sangre, al blanco blanqueo.

A pesar de que mis películas alborotan las conciencias de varias generaciones de vascos, yo no me puedo quejar. Mis dos primeros largometrajes (Trece entre mil, de 2005, y El infierno vasco, de 2008) se estrenaron en la ciudad de San Sebastián gracias a la intervención decidida de José Luis Rebordinos antes de que fuese director del Zlnemaldía. Ya siendo director se incluyó mi documental 1980, en una sección de 2016 titulada Terrorismo y violencia global, para la que se eligieron otras 30 películas de todo el mundo.

Pero como decía, los tiempos cambian en esta tierra vasca, el terrorismo y la pertinaz huella que de él queda siguen influyendo (como todos sabemos, hasta los que lo niegan) en innumerables e insospechadas decisiones. Por supuesto, en el cine, en qué películas se hacen respecto al terrorismo y cómo se le trata en ellas, cómo y quién las financia y en donde se exhiben.

Si el año pasado Maixabel fue algo así como una pomada sanadora para miles de almas, en esta edición varios son los documentales de producción vascos seleccionados, dando forma a una programación muy a la moda de usos y costumbres en los tiempos del post terrorismo.

Uno de los documentales es sobre la historia del colectivo pacifista Gesto por la Paz, que durante 30 años se manifestó en silencio contra la violencia en Euskadi. Un poco de pacifismo. La valiente presencia de aquellos jóvenes ya merecía una película. El que la evolución cívica transitara del silencio al grito fuerte y firme, no sólo contra ETA, sino contra el nacionalismo gobernante que sin mucho disimulo hasta gobernó con el apoyo de su brazo político, gusta menos en este presente teñido de sentimentalismo woke. De momento, no existen para el cine los grupos cívicos (Foro Ermua, Basta Ya, Fundación para la libertad...) que fueron estímulo y esperanza de la acogotada sociedad vasca no nacionalista.

El paso por la cárcel de Arantza Santesteban la inspiró a elaborar un documental del yo titulado 918 Gau (918 noches). ¿Por qué estuvo en la cárcel durante tres años? «Por pertenecer a Batasuna», se dice. Fue encarcelada en 2007 por pertenencia a una organización terrorista. De forma casi inevitable, el viejo chiste del gallego que te encuentras en una escalera y no sabes si sube o si baja, se ha convertido en una metáfora del actual idioma vascoterrorista. El documental de Arantza Santesteban ha sido premiado en varios festivales. Ha debido de hacer una película formalmente muy moderna. «Muy delicada y que remueve conciencias», escuche decir a las periodistas que, con familiar simpatía, la entrevistaron en Radio 3, de Radio Nacional de España, en mayo de este año. La directora se expresa con misteriosas alusiones a su pasado, a la ambivalencia de la militancia, al mayo del 68; de paso, habla de nuevas perspectivas para narrativas pasadas, de imaginarlos diferentes y de espacios inclusivos. En resumen: «la base de esta película es hacer otras aperturas sensibles para poder entender las cosas desde otros lugares». Galleguismos.

Otro documental, Hirugarren koadernoa (El tercer cuaderno), está basado en los diarios que María Dolores González Katarain, Yoyes, escribió durante su exilio en México entre 1980 y 1985, tras haber abandonado ETA y un año antes de ser asesinada por sus excompañeros terroristas. El documental Di amas (Dos respiraciones) trata el tema de las torturas a manos de la policía, esta vez, a una madre y su hija (dirigente de ETA). «El reflejo de una injusticia», dice el director.

La sospecha de que su padre fuera torturado en una comisarla impulsa al director de Karpeta Urdinak (Carpetas azules), Ander Litarte, a realizar un documental de investigación. El conocido forense Paco Etxebarria interviene en la película. En el 2016 este especialista cifró los torturados en Euskadi entre 1960 y 2014 por la represión policial en 4.000. En 2017 pasaron a ser 4.113. Años después la cantidad llegó a los 5.000, y ya, en la película los cifra en 10.000. Entramos en el terreno de lo sagrado: pues muy bien, que sean 10.000. «La tortura es el crimen mejor ocultado», ha dicho Etxebarria. Será que los otros se reivindicaban.

También Fermín Muguruza, conocido supporter independentista, detector de represiones mundiales y siempre equiparables a la vasca, tiene película de animación, Black is Beltza II. Como en cualquier intervención del autor; dejara meridianamente clara su ideología. Es lo que se lleva.

Mientras los ideólogos del nacionalismo, en cualquiera de sus vertientes, aumentan su astucia a la hora de modificar en nuestra memoria su posición en el pasado, el público no solo el vasco, recela de cuestionar cualquiera de sus iniciativas. Es que te llaman fascista. No seamos crueles hablando de las víctimas mortales. No recordemos a los asesinos o a sus cómplices su participación en aquello. ETA no existe. Es agua pasada. No tuvo que ocurrir. Pronto, la película del terrorismo que nunca existió.

IÑAKI ARTETA ORBEA - EL MUNDO (SUPLEMENTO “LA LECTURA”)