¡Viva la Constitución! Mal que les pese a quienes tienen tentaciones autocraticas

05 - 12 - 2022 / Redacción Tolerancia

¡Viva la Constitución! Mal que les pese a quienes

tienen tentaciones autocraticas

 

La norma legal más antigua de los Estados Unidos es su Constitución, cuyo nombre corresponde a ese país con mayor propiedad que a la mayoría, porque se redactó con motivo de su nacimiento y como guía de comportamiento político para su futuro. Eso ocurrió el 17 de septiembre de 1787 y fue corroborada por el pueblo en cada estado bajo el nombre de “Nosotros el Pueblo” (palabras que encabezan el documento, We the people). Con posterioridad ha sido objeto, sucesivamente, de 27 enmiendas cuyo propósito es actualizar el acuerdo original conservando su espíritu y, en lo posible, su letra.

Hoy conmemoramos el día en que el pueblo español, en votación libre y democrática, aprobó por amplia mayoría la Constitución Española, en fecha mucho más reciente. Este documento contiene las reglas por las que se organiza políticamente y se gobierna nuestro país. La Constitución es la última garantía de nuestros derechos y libertades. Quienes no vivieron ese momento difícilmente pueden comprender la emocionada alegría que supuso para la mayoría de los españoles. Vimos en ese acto la escenificación del tránsito de España hacia un mundo, el del Occidente moderno, que nos había estado vedado durante casi cuarenta años. Sin duda nuestras expectativas eran exageradas, pecamos de ingenuidad ignorante. 

La Constitución, pese a ser un documento moderno, e incluso avanzado, no pudo ponernos al abrigo de todos los peligros. Arrastraba las taras surgidas del equilibrio (inestable) de las fuerzas políticas en ejercicio en ese momento y, como todo producto humano, tenía imperfecciones. Pero entre sus numerosas virtudes, se cuentan dos fundamentales. La primera se halla en el propio articulado que, consciente de la falibilidad humana y del envejecimiento con que la evolución de los acontecimientos amenaza inexorablemente cualquier concepto legal o jurídico, prevén los mecanismos para su propia remodelación y enmienda.

La segunda tiene un carácter simbólico, la Constitución cerró el largo período de enfrentamiento que dio origen a la Guerra Civil española. La Constitución terminó con “las dos Españas”. La pretensión de los constituyentes fue que esa clausura fuera definitiva, pero en este particular pecaron de exceso de optimismo.

Gracias a la Constitución hemos vivido el período de paz más prolongado de la historia moderna de España (y, probablemente, de su historia, a secas), paz que solo se ha visto alterada por dos graves amenazas: el terrorismo etarra, cuya fuerza motriz emboscada fue el nacionalismo vasco, y, en segundo lugar, las amenazas constantes a la unidad de la nación liderada por otro nacionalismo, el catalán, que llegó en 2017 a intentar un golpe de estado. Las políticas de contentamiento con que los sucesivos gobiernos de la nación han intentado atenuar el efecto de estas gravísimas amenazas han tenido una consecuencia indeseada: otras comunidades, vistos los beneficios que reporta la traición al compromiso constitucional, fingen lenguas y acentúan diferencias, provocando un efecto centrífugo general que redunda en el perjuicio de lo común y el debilitamiento del Estado.

No es la Constitución el origen de esos males, su único pecado –en todo caso– es exceso de generosidad. La culpa radica en el déficit de verdadero sentido político de nuestros dirigentes y a su falta de compromiso efectivo con los principios constitucionales. El ritual de la jura al que se someten al acceder al Congreso (cada vez con más variantes infantiloides para escurrir el bulto y ridiculizar el acto) debería ser excluyente y habría que establecer un castigo para quien se pudiera demostrar que juró en falso. 

Para los más jóvenes, nuestra Constitución es vieja, pese a ser de las más recientes de nuestro entorno. Sin embargo, su edad no la hace detestable. Mucho más antigua es la constitución estadounidense y goza de muy buena salud. La Constitución Española tiene más virtudes que defectos y, lo que es más importante, sus taras y sus insuficiencias se pueden corregir, existen los mecanismos adecuados para ello. Claro está, no se puede reformar según el capricho de cada cual, sino que es preciso alcanzar los acuerdos necesarios para garantizar que los cambios se ajustan al sentir de la inmensa mayoría de quienes detentan la "propiedad" de la nación: el pueblo español.

¡Larga vida a esta viejecita entrañable que, como muchas abuelas, vela por el bienestar de la familia! ¡Te respetamos y te queremos!

Asociación por la Tolerancia

[Gentileza de la creadora: CRISTINA CASANOVA]